Algunos críticos han visto este óleo sobre tabla como una mera copia de otro similiar realizado por Il Perugino, el maestro de Rafael, e incluso una reinterpretación de La entrega de las llaves, del mismo autor, pero aparte de las semejanzas compositivas, hay muchas aportaciones propias de Rafael.
El tema del cuadro está basado en la versión del Evangelio de Santiago, donde narra el momento en que María era pretendida por varios mozos. Ante tal suceso Zacarías, decide apaciguarlos, haciéndoles ir a todos con una varita, de tal manera que sea Dios quién decida cual será el elegido. José, abandonando su trabajo en la carpintería, cogió su varita y se dirigió a ver al sacerdote Abiathar. Este recogió la de todos los pretendientes y con ellas se introdujo en el templo, saliendo instantes después sin que, aparentemente sucediera nada relevante en las varitas. Sin embargo, al devolverle la rama a José una paloma blanca se posó sobre su cabeza. El sacerdote, entonces le comunicó que él es era él el elegido, ante la indignación del resto. Aquí Rafael retoma este tema clásico del Renacimiento dotándolo de modernidad y actualidad. De tal modo en la obra aparecen estos dos grupos diferenciados, en el lateral derecho observamos al grupo de pretendientes, mientras a la izquierda aparece el de las mujeres, unidos entre sí por la figura del sacerdote y las manos, a punto de entrelazarse, de los futuros esposos. Todo esto se sucede en un primer plano que da paso a uno posterior dominado por una amplia explanada y por bello templo circular en el centro.
La perspectiva en profunidad la consigue a través de las baldosas del suelo.
Dos curiosidades: el sumo sacerdote, la Virgen y san José van vestidos a la usanza de como se creía que se hacía en la antigüedad, pero las demás personas van vestidas a la manera de comienzos del siglo XVI; san José tiene seis dedos en el pie, no por un error, sino porque se creía que esta anomalía indicaba un sexto sentido para interpretar acontecimientos o sueños.
En cuanto al templo en sí, supone el centro perspectívico de lienzo; donde en la entrada principal reside el punto de fuga. Los tres personajes centrales, el sacerdote, José y María, forman el eje que junto con la línea del fondo hace que la mirada se pierda en el infinito. El modelo de este templete no tiene precedente como tal, exceptuando el proyecto de Bramante para San Pietro in Montorio de Roma, que fue realizado con posterioridad a esta obra. Posiblemente Rafael tuvo muy presente los diseños de la ciudad imaginaria realizados por Della Francesca, donde también aparecía un templo de planta circular. El modelo circular simboliza el universo o el cosmos dentro del mundo renacentista. Esta tipología de templo no era novedosa dentro del mundo cuatrocentista, pero la idea del templete sí lo era. La figura conforma un octógono, logrando así alcanzar el número dieciséis considerado sagrado en estos momentos. Asimismo toda la obra lleva su correspondiente juego de números desprendiendo un mensaje simbólico. También se continúa la composición numérica entre los personajes pues, la sagrada pareja, el sacerdote, y los dos grupos de cinco personas cada uno, suman trece, como Jesús y sus apóstoles. Así, con todo ello, Rafael plasma sus concepciones religiosas, mostrando una gran profundidad en sus ideas, y creando con este lienzo un verdadero símbolo de la religión. Pero por encima de este fervor religioso sobresale el orden y la simetría con que está hecho todo el cuadro.
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