viernes, 11 de marzo de 2011

Miguel Ángel, David, 1501-1504








Se trata de una obra en bulto redondo de más de cuatro metros de alto, realizada sobre mármol. Para su realización Miguel Ángel recibió un bloque de mármol, estrecho y muy alto, que llevaba abandonado muchos años en la catedral de Florencia, ya que ningún artista se atrevía a usarlo.

Representa a gran tamaño a este rey bíblico, al estilo clásico: completamente desnudo y como atleta, que porta en su mano izquierda una honda (apoyada sobre su hombro) y, en la derecha, una piedra. Son claramente apreciables la diartrosis y el contrapposto de la figura.

Desde el punto de vista iconográfico, el tema del rey bíblico David, vencedor de Goliath, no es ninguna novedad. Lo han representado antes Donatello, Verrochio y otros artistas, pero ahora Miguel Ángel representa al rey David como atleta. No como joven atleta o un adolescente, como habían hecho los escultores antes mencionados, sino como un hombre en la plenitud de su vida.

Miguel Ángel eligió, como motivo para la obra, el momento previo al enfrentamiento de David con el gigante (cuya cabeza no aparece derrotada a sus pies, como era usual en otras representaciones). Por ello, el aspecto contenido y expectante que nos muestra la figura, con los rasgos típicos de un luchador que se apresta al combate. Esa expectación se traduce en la mirada, enormemente penetrante, y se expresa también mediante la tensión corporal: la musculatura (e incluso los tendones y las venas) son claramente perceptibles. En definitiva, podemos hablar de un movimiento claramente contenido, que se convierte en pura tensión corporal, es decir, la revisión del pathos clásico.

También tiene que ver con la antigüedad clásica la eleccción del momento, que no es casual, pues según la mitología y la literatura griegas un héroe es aquel ser de excepcional estoicismo que asume su destino o fatum, y se convierte en tal, precisamente en el momento en el que decide asumir como propio e ineludible ese destino por trágico que sea.

Además, para que la tensión interior no pueda confundirse con un absoluto equilibrio, Miguel Ángel emplea el contrapposto y aumenta los volúmenes de ciertas partes del cuerpo, que vienen a simbolizar la fortaleza (no sólo ni mayormente física) del rey David. Tales rasgos son claramente perceptibles en el tamaño de la cabeza (cuyo canon corresponde a 1/8 del total del cuerpo) y en la potencia y tamaño de la mano derecha, que sujeta la piedra, arma que el rey empleará para derrotar a Goliath. Todo ello conduce al concepto de terribilitá que caracteriza otras obras del autor.

Todos estos rasgos convierten a la figura escultórica del rey David en un símbolo de la libertad, y representan a la perfección los ideales renacentistas de belleza masculina.

El David fue encargado a Miguel Ángel, originariamente, por los canónigos de la catedral de Florencia pero, una vez concluida ésta, y a la vista del resultado, el gremio de mercaderes de lana de la ciudad decidió adquirirla para situarla frente al Palacio de la Señoría, sede del gobierno de la ciudad, en la plaza del mismo nombre, de manera que sirviese como una clara representación de la libertad de la república florentina. En este sentido, la escultura es fiel reflejo de la mentalidad existente en Florencia, ciudad en la que los planteamientos de la burguesía dedicada al comercio y la banca se encontraban ampliamente extendidos.

Miguel Ángel concluye la elaboración de esta escultura en 1504, cuando contaba 29 años de edad. Unos años antes había ya realizado la Piedad del Vaticano, en la que los rasgos de la terribilitá no son aún perceptibles. En este sentido, el David precede a la realización de las obras de la tumba del Papa Julio II y, de manera especial, a la escultura de Moisés, en la que tales rasgos son aún más destacados, y es prácticamente coetánea de los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina, en los que abundan las figuras con esa energía mal contenida.

Para ver más detalles comentados de esta obra, pulsad aquí.


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