domingo, 13 de marzo de 2011

Rafael Sanzio, La Disputa del Santísimo Sacramento, Sala de la Signatura del Vaticano, 1509




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De los trabajos que realizó Rafael para el Vaticano, la Sala de la Signatura (Stanza della Segnatura) fue la primera habitación en ser decorada, y La disputa del Sacramento la primera pintura en ser finalizada. Su técnica es el fresco y fue pintada con tan sólo 25 años.

El título de la obra bien habría podido ser El triunfo de la Iglesia, ya que ese es el tema de la misma.Para representar este tema Rafael concibió una composición dividida en dos zonas, la terrenal y la celestial.

En la parte inferior se desarrolla una asamblea cristiana o misa a la que asisten varios pontífices y fieles de la iglesia, que de pie o sentados dialogan fervorosamente entre ellos. En los rostros de éstos se pueden reconocer la fisonomía del arquitecto Bramante, Fra Angélico, Savonarola o Dante. En la zona superior aparece la reunión celestial colocada de manera semicircular. Esta se compone de óstoles, profestas y santos, presidida por Cristo, con un gran nimbo sobre él y acompañado de María y San Juan Bautista, (o sea, una Deesis) bendiciendo el sacramento de la eucaristía. El Espíritu Santo aparece como eslabón entre ambas esferas rodeado de pequeños "putti" que sostienen la Biblia.

Rafael ha organizado una composición protagonizada por la simetría y la perspectiva lineal, tomando como centro la Sagrada Forma ubicada sobre el altar. Hacia allí convergen las líneas de fuga del suelo. La composición utilizada por Rafael a base de planos superpuestos corresponde al procedimiento tradicional y recuerda la estricta división del espacio aprendida de su maestro Perugino, que se organiza en torno a dos hemiciclos poblados por multitud de personajes, haciendo una separación entre la superficie terrenal y la celestial, acentuada a través de las tonlidades empleadas en una y otra zona. En los gestos y los rostros de muchas de las figuras se aprecia igualmente la influencia de Leonardo Aunando estas características tomadas de los pintores admirados por él, Rafael consigue una creación innovadora y original.

Compone de manera excelente y con un ritmo mayestático, una escena en la que los personajes se disponen de manera perfectamente simétrica. Por medio de las losetas cuadradas que ocupan el primer plano logra un espacio de gran profundidad que se ve acentuado por la sillería coral cóncava sobre la que se asientan las figuras celestiales. A través de una luz sobrenatural y casi uniforme, obtiene una transición entre la visión divina y la escena terrestre, logrando plasmar el sobrecogimiento místico del momento milagroso que representa.

Este fresco se halla emplazado en una de las paredes de la Estancia de la Signatura, frente a la Escuela de Atenas, y forma parte del ciclo iconográfico elaborado bajo la iniciativa del Papa Julio II. Este programa simbólico estaba destinado a celebrar la cima del pensamiento filosófico y religioso del Renacimiento, según el espíritu del neoplatonismo.

Se debían exaltar los tres conceptos de Verdad, Belleza y Bien. La Verdad Revelada está representada por este fresco, que si bien es conocido como la Disputa del Sacramento su tema exacto es el Triunfo de la Eucaristía o Triunfo de la Iglesia. Esta confusión fue debida a una mala interpretación que se hizo de la descripción que dio de esta obra Vasari en sus "Vidas". Con la ordenada y simétrica composición del fresco Rafael consigue representar perfectamente ese universo espiritual y jerárquicamente ordenado tan presente en la filosofía humanista, y hace visible el símbolo de la "Ciudad de Dios".

El fresco, como hemos dicho, pretende representar en pintura lo que se podría llamar la Verdad teológica, frente a la Verdad filosófica de La Escuela de Atenas. En la tradición cristiana esta Verdad teológica se personifica en la Eucaristía, gesto de acción de gracias que Jesucristo lega a sus discípulos en su memoria, poco tiempo antes de su pasión. Por lo tanto, todo el servicio de la Iglesia de Cristo sobre tierra gira en torno a este acto supremo, como medio de redención y también de relación con un ser divino que incluye a la Trinidad, a las potencias celestiales y a los santos en todas las épocas.


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