El sobrenombre con el que popularmente se conoce a este cuadro - El Pasmo de Sicilia - viene motivado por su destino original en el convento de Olivetanos de Santa María della Spasimo en Palermo.
Rafael se inspira en los evangelios apócrifos: Jesús, con la cruz a cuestas, ha caído en la subida al monte Calvario donde será crucificado. La Virgen María sale a su encuentro rodeada por las Santas Mujeres, otorgando un papel prioritario a la Madre de Cristo. Los sayones obligan al caído a levantarse mientras soldados a caballo vigilan la marcha. Al fondo podemos contemplar el monte con las dos cruces de los ladrones.
Rafael muestra su dominio a la hora de representar el dramatismo y la tensión, centrándose en los escorzos de las figuras de Cristo y María - cuyas miradas se enlazan con cariño y compasión, lo que según las discusiones teológicas recientes no implica dudas sobre la Resurrección final -.
La influencia de Miguel Ángel es muy acusada por la monumentalidad de las figuras y sus poses escultóricas, marcando sus fuertes músculos. El interés mostrado por los claroscuros se debe a la influencia de Leonardo durante los años florentinos. Esto no quiere decir que Rafael sea un mero imitador sino que, asimilando diferentes estilos, los funde con su propia personalidad y crea fórmulas artísticas en ocasiones superiores a las fuentes de las que parte. Así demuestra el de Urbino su genio. La belleza de los rostros, el detallismo de las telas y el vibrante colorido son marcas especiales de su pintura, siendo El Pasmo de Sicilia su segunda obra en tamaño tras la Transfiguración.
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