domingo, 20 de marzo de 2011

Giorgione, Concierto campestre


Giorgione supone un giro radical en el rumbo de la pintura veneciana. Según Vasari este cambio se produce en 1507, porque comenzó a trabajar directamente a partir de la realidad, representando las cosas con manchas de "tintas crudas y dulces, tal y como la realidad las mostraba, sin hacer dibujo". A diferencia de Giovanni Bellini, Giorgione coloreaba sin haber previamente dibujado y sombreado las figuras: reunía, por tanto, los dos tiempos de la ideación o proyecto y la ejecución. La pintura no es una acción proyectada y ejecutada sino una experiencia vivida.

La distinción entre la obra de Giorgione y la de Tiziano continúa siendo aún uno de los problemas más complicados. Y entra todas las obras, el Concierto campestre del Louvre es el cuadro de atribución más dudoso. La radiografía de la obra muestra que el desnudo femenino de la izquierda fue cambiado de posición en la última fase pictórica, lo que situaría el cuadro en los últimos años de la vida de Giorgione.

Es evidente en esta composición un tránsito estilístico entre la tradición veneciana de los Bellini y un nuevo concepto de integración dramática de las figuras en el paisaje que las envuelve.

La visión de la Antigüedad de Giorgione (y de Tiziano) se libera tanto de la visión arqueologista y erudita de Mantegna, como de la traducción mecánica de los símbolos y alegorías para ejemplificar virtudes o cualidades morales. Es una elaboración interior, personal, en la que la visión directa de la naturaleza, procedente de la teoría aristotélica del conocimiento de la escuela de Padua, se une a una interpretación intimista, propia de la especulación platónica y que da como resultado una visión poética de la arcadia como lugar de esparcimiento y reposo. La Naturaleza no se concibe en sus procesos físicos como en Leonardo, sino como la inserción de la Historia en una naturaleza real a la vez que ensoñada e idealizada. La quietud de la naturaleza se transmite a las figuras; nos encontramos ahora ante verdaderos paisajes ideales, pero no por ello fantásticos. Este paisaje ideal en relación con la religión, nos muestra el paso de la idea de una religión heroica -la de Mantegna- a una religión idealizada -la del Clasicismo- en la que el reposo que sigue a la venida de Cristo se trasmite al cosmos entero.

La influencia posterior de esta obra es enorme, ya que el tema de las figuras humanas integradas en un espacio natural será una constante a lo largo de toda la Historia del Arte. Manet, el pintor impresionista, por ejemplo, empleará este trabajo como fuente para su famoso y polémico Desayuno en la hierba con la que romperá los esquemas de la pintura del siglo XIX.

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