martes, 8 de marzo de 2011

Botticelli, Palas dominando al Centauro, 1482-83

Temple sobre tela encargado por Lorenzo di Pierfrancesco de Medici que forma parte de las obras profanas que Botticelli pintó en los 80. Puesto que no ilustra escenas religiosas sino mitológicas, marca un giro en la carrera del artista, que se vincula sobre todo a una pintura rica en símbolos en los que se mezcla la antigüedad con el cristianismo.

La tela fue pintada para las bodas de Lorenzo il Popolano y pudo portar un mensaje matrimonial, entendido como la belleza femenina que doma la fogosidad masculina. Que se trata de un encargo de los Medici se muestra en el vestido claro que viste, pues en él se representan anillos entrelazados con diamantes engastados, un emblema de dicha familia.

El desnudo paisaje de esta pintura hace que la mirada se centre en las dos figuras. Un centauro ha sobrepasado los límites, internándose en territorio prohibido. Lleva aljaba y arco. Este ser lujurioso, mitad caballo y mitad hombre, es controlado por una ninfa guardiana armada con un escudo que le cuelga del hombro y una alabarda, y le ha cogido por los cabellos. La mujer ha sido identificada como la diosa Atenea, que lleva en los brazos y la cabeza ramas de olico, símbolo de la paz.

Lo que no se discute es el contenido moral de la pintura, en la que la virtud y la castidad vencen a la sensualidad, a la brutalidad del instinto, según los preceptos de Marsilio Ficino y el círculo neoplatónico que frecuentaba Botticelli. Las dos partes del alma humana, luchando entre ellas, están representadas por la naturaleza dual del centauro. Este último quizá fue inspirado por algún relieve clásico, aunque la expresión patética, entre irritada y triste, es enteramente de Botticelli.

Otra interpretación del cuadro hace referencia a la labor política de Lorenzo de Médicis como pacificador. Así, Palas sería la señoría florentina de Lorenzo el Magnífico que en aquel periodo estaba en Nápoles para evitar la guerra, simbolizada por el Centauro, entre el Papa y el Rey de Nápoles, en su célebre función de "fiel de la balanza" de los potentados italianos de finales del siglo XV. Esta interpretación justificaría la corona y la decoración de la ropa con ramos de olivo, lo que es notorio que simboliza la paz.

Esta pintura marca el final del periodo mediceo de Botticelli, pues de aquí en adelante la temática de sus pinturas cambia y se convierte crecientemente en religiosa.

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