En Ifriqiya, territorio integrado por el actual Túnez y parte oriental de Argelia, se constituye a comienzos del S. IX un emirato independiente, el denominado Aglabí. Coincidiendo con la fundación de la ciudad de Qayrawan o Kairouan se levanta el monumento capital de este periodo y del arte aglabí: la Gran mezquita de Sidi Uqba.
Es esta primera mezquita la levantada por Uqba ibn Nafi, de ahí su nombre original, si bien la posterior destrucción que sufre a manos de los bereberes obliga a nuevas reconstrucciones y ampliaciones. Ninguna será tan importante como la última, que se produce por inciativa del emir Ziyadat Allah, en el 836, coincidiendo con el esplendor del nuevo emirato. Con todo aún no estaba definitivamente terminada al final de esta obra, añadiéndose una cúpula y tres tramos más del haram en el 862, y otros tres tramos más hacia el patio en 875, en un proceso de ampliaciones y obras que presenta alguna similitud con el caso de la Mezquita de Córdoba, edificio que recoge también algunos otros elementos formales que le servirán de inspiración, como la planta en forma de “T” en el centro del haram.
La mezquita cuenta por tanto con una planta rectangular, que se encuentra rodeada por un recinto amurallado, robustecido por contrafuertes exteriores que afianzan la muralla.
El haram presenta dos grandes naves que destacan sobre las demás por su anchura y altura: la nave central, que es perpendicular al muro de la kibla y emboca al mihrab, y otra paralela al propio muro de la Kibla, configurando así una característica planta en forma de “T”. El resto de la sala de oraciones se completa con un bosque de columnas distribuidas en 17 naves perpendiculares a la kibla, de ocho tramos en total. De esta forma se mantiene la tipología de sala hipóstila, con las naves perpendiculares al muro de la kibla, como es habitual.
Su sistema de soportes vuelve a recuperar modelos omeyas, al disponer columnas y capiteles de tradición clásica reutilizados, y sobre ellos un fragmento de pilar (en realidad una imposta a modo de cimacio) que sirve principalmente para ganar altura. Sobre ambos soportes, arcos de herradura. Todo el sistema, demasiado frágil para su altura, se entiba arriostrando las arquerías por medio de tirantes de madera empotrados en los cimacios. El total de soportes que se levanta en esta sala de oraciones completa la sensación de “bosque de columnas” que produce su concepción espacial, aunque no por ello deja de resultar una sala espectacular, sobre todo por sus columnas de pórfido rojo y de granito azul, similares a las que soportan las cubiertas de los riwaqs exteriores
Como hemos indicado, más adelante, ya en tiempos de Ibrahim I se volteó una cúpula sobre el espacio que se encuentra delante el mihrab, apoyada sobre trompas y decorada con gallones.
Por su parte, Ibrahim II levantó una segunda cúpula al comienzo de la nave central, potenciando de esta forma la planta general en forma de “T”. También en su época se amplió el haram en dos tramos más.
Alrededor del mihrab se concentra la decoración de mayor relevancia de esta mezquita: se conserva decoración cerámica de reflejo metálico; revestimientos de mármol con relieves incisos muy planos de motivos vegetales, e incluso restos de pintura sobre el cuarto de esfera del mihrab, que retoman temas vegetales de roleos y hojas de vid. Junto al mihrab se yergue el mimbar del S. IX, el más antiguo del mundo islámico, confeccionado a base de madera de teca.
El patio o Sahn presenta pórticos o riwaqs, sostenidos por columnas de pórfido y granito, reaprovechadas de los restos constructivos de la antigua Cartago. También al exterior se levanta el alminar, de planta cuadrada y tres cuerpos en altura, situado simiétricamente en el centro del muro exterior que se halla enfrente de la entrada al haram.
En conjunto la mezquita de Qayrawan constituye uno de los edificios más importantes de este periodo, por su enorme influjo sobre una amplia zona. Resulta un edificio singular y por ello de una enorme personalidad, si bien se dejan entrever sus complejas influencias: por un lado la de tradición omeya, que vendría dada por su alminar cuadrado; la piedra sillar utilizada como aparejo; el sistema de soportes; algunos elementos ornamentales y en general su concepción espacial, diáfana y abierta. Pero no falta tampoco el influjo abbasi, manifiestado en la planta en forma de “T”, que ya se había utilizado en la ampliación de la Mezquita de Al Aqsa (Jerusalén), y que volverá a utilizarse en la ampliación del haram de Halkam II de la Mezquita de Córdoba, así como en la utilización de cúpulas sobre trompas y en la decoración de cerámica de reflejo dorado.
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