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martes, 23 de noviembre de 2010

La simbología en el arte paleocristiano





La iconografía que caracterizará al arte paleocristiano se adaptará a las nuevas necesidades religiosas, alejándose del realismo clásico y dando paso al expresionismo de un arte figurativo en el que predominará el carácter simbólico que sentará las bases iconográficas del arte que luego se desarrollará a lo largo de toda la Edad Media.
Los primitivos artistas cristianos llevarán a cabo su labor, principalmente, en las catacumbas, adquiriendo sus manifestaciones artísticas una auténtica dimensión pública y una temática más gloriosa y triunfante después de la aceptación y oficialización de la nueva fe por parte del Imperio (Edicto de Milán )
En el arte paleocristiano la pintura mural tendrá un gran desarrollo y fue importante en la decoración de las paredes y de los arcosolios (hueco arqueado que ramataba los nichos) de las catacumbas. La técnica utilizada se basaba en el trazo ligero e impresionista y de escaso cromatismo, dado que se valoraba más el significado religioso que la belleza formal o la representación de la realidad. En cuanto a contenidos éstos se basaron, en principio y con el fin de que el mensaje cristiano pasara desapercibido, en la cristianización de iconografías paganas, como el caso de Orfeo (músico mitológico que atraía a las fieras a sus pies despojadas de su ferocidad) que se convierte en personajes de la tradición cristiana como David o el mismo Jesús. El tema más frecuente fue la representación del Buen Pastor, apareciendo también figuras como la del Orante o la de una variada gama de animales (paloma, ciervo, pavo real o pez) que simbolizan a Cristo, al alma, etc. También aparecen temas de carácter bucólico o el crismón (monograma de Cristo formado por el enlazamiento de las iniciales de su nombre en griego, de las que suelen pender también la primera y la última letra - alfa y omega - del alfabeto griego que vienen a definir a Jesucristo como principio y fin de todas las cosas)
Los contenidos variarán con la liberación del culto cristiano y a partir de principios del siglo IV los temas del Antiguo y del Nuevo Testamento protagonizarán las representaciones pictóricas. Esta temática se hará presente también en los mosaicos que, por influencia bizantina, sustituirán a la pintura al fresco, decorando ahora, con esplendor monumental, basílicas y mausoleos, aprovechando todo tipo de superficies (paredes, pavimentos, etc. ).
El estilo de la pintura se basa en el trazo rápido e impresionista y no presenta gran variedad cromática. En este sentido cumple con el objetivo principal de la pintura paleocristiana que no pretende representar fielmente la realidad sino transmitir un mensaje religioso.

Basílica de Santa Sabina (422-432)



En una basílica paleocristinana la disposición de los elementos responde a las necesidades de culto y a una jerarquización del clero. Así podemos distinguir:
1.- La iglesia propiamente dicha, en la que hay dos partes básicas: el presbiterio y las naves. En el presbiterio se encuentra el altar; bajo él están las reliquias accesibles a los fieles gracias a la confessio (precedente de la cripta); siguiendo la curvatura del ábside suele haber un asiento corrido, la solea, reservado al clero mayor, presbíteros, presidido por la cátedra del obispo; tenemos también la pérgola (precedente del iconostasio); finalmente ocupando parte de la nave central está el espacio destinado al clero menor, los diáconos, que se aísla del resto de la nave mediante canceles, y que constituye el origen del coro. El resto de la iglesia es ocupada por los fieles bautizados, colocándose los hombres en el lado del evangelio, y las mujeres en el de la epístola. Estas últimas se situarán posteriormente en la tribuna, llamada por esta razón matroneo.
2.- El nártex, que se reserva a los neófitos. 3.- El atrio, que sirve para reuniones y catequesis.
En general las basílicas son edificios adintelados, salvo en el ábside; ligeros, diáfanos, sin problemas constructivos y con un espacio interno desarrollado y bastante cuidado que suele contrastar con la sencillez y relativa pobreza de los exteriores. Ni siquiera la fachada tendrá importancia, a pesar de estar coronada por un frontón (siguiendo así el prototipo de templo romano), pues carece de perspectiva al estar precedida del atrio.
El caso que nos ocupa, Santa Sabina, es uno de los ejemplos mejor conservados, junto con Santa María la Mayor. Se construyó entre 422 y 432 por iniciativa de Celestino I y responde a una tendencia a la simplificación propia de la época frente a las anteriores basílicas de fundación imperial. De hecho, como ya hemos mencionado, tiene 3 naves en lugar de las 5 habituales en las basílicas constantinianas, y carece de transepto. Muestra, además, el gusto generalizado en las basílicas romanas del siglo V por potenciar la esbeltez mediante el alargamiento y la mayor altura de la nave central.
Este templo, cuya lápida fundacional se conserva, fue construido entre los años 422 y 432, bajo la dirección del sacerdote Pedro de Iliria y durante el pontificado de Celestino I. Responde al modelo que se difundió en la arquitectura cristiana primitiva tras la publicación del Edicto de Milán (313), que otorgó a los cristianos la libre práctica de sus cultos y ceremonias. Pero no se trata de un modelo original, sino que se encuentra directamente inspirado en un precedente romano: la basílica, edificio dedicado a la administración de justicia y a la realización de transacciones comerciales. Las razones de este hecho parecen estar claras: la congregación de los fieles en un determinado espacio requería de una determinada organización que facilitase una cierta preeminencia del celebrante y, en general, de la incipiente jerarquía cristiana constituida por el clero.
Así pues, este tipo de edificio basilical, con su eje longitudinal claramente marcado, con su cabecera absidada que enmarca el altar y permite al clero situarse en un lugar preeminente, con el nártex adosado a los pies del templo para acoger a los neófitos y, en general, con sus amplias dimensiones que facilitan la congregación de un número creciente de fieles, respondía sobradamente a las necesidades de la religión cristiana. Y estas cuestiones son la que explican la organización de este templo, en la que debe destacarse también la distribución en tres naves, siendo la central más alta y ancha que las laterales y estando éstas separadas de aquellas mediante arcos de medio punto que apean sobre columnas de un innegable clasicismo con sus hojas de acanto. Además, la menor altura de las naves exteriores permite colocar sobre ellas una hilera de ventanales que, junto a los que se disponen en el ábside, iluminan el interior de la iglesia.
En definitiva, tenemos en Santa Sabina uno de los templos más antiguos de la nueva religión cristiana que dejaba atrás el mundo de las catacumbas en el que debió instalarse durante casi trescientos años. pero hay que reconocer que en estas nuevas iglesias levantadas a la luz pública más cosas comenzaban a dejarse atrás respecto al mensaje contenido en los evangelios. Emergía ahora un clero que quería dejar bien patente su posición diferenciada y superior a la del resto de los creyentes. Y en esas estamos todavía. La humildad primitiva estaba en trance de desaparición.

La basílica paleocristiana



Alzado y planta de la antigua basílica de San Pedro

Inicialmente no hay una arquitectura característica del nuevo espíritu cristiano. La pobreza económica en la que se mueven las primeras comunidades de creyentes impide la construcción de edificios destinados a la nueva liturgia, de ahí que los oficios religiosos de estos primeros tiempos se realice en casas particulares ( domus eclesiae ) Paralelamente van surgiendo los cementerios cristianos que, dadas las difíciles circunstancias en las que viven los cristianos y ante la imposibilidad de extenderse en superficie, derivarán, especialmente en Roma, en construcciones subterráneas ( catacumbas ) formadas por estrechas galerías en cuyas paredes se excavan nichos rectangulares para las tumbas. Tradicionalmente se ha dicho que los cristianos también utilizaron las catacumbas como refugios y lugares de culto durante las violentas persecuciones a que fueron sometidos por los emperadores romanos, pero hay autores que no comparten esta opinión. Como ejemplos destacados de estas construcciones funerarias tenemos las catacumbas de San Calixto, de Santa
Domitila y de Santa Priscila, todas ellas en Roma.
La exteriorización del culto tras el Edicto de Milán ( año 313 ) trajo consigo la aparición de la arquitectura religiosa cristiana propiamente dicha. En realidad, el edificio religioso por excelencia - la basílica - venía a ser una adaptación de las antiguas basílicas civiles romanas en las que se llevaban a cabo actividades comerciales o servían de tribunales de justicia. La basílica cristiana, a diferencia de la clásica de planta rectangular y tres naves separadas por columnas, era de planta longitudinal y podía tener hasta cinco naves. La nave central, con cubierta de madera a dos aguas y ábside semicircular, era más ancha y alta que las laterales con cubierta de una sola agua. Esta diferencia entre nave central y naves laterales daba lugar a la colocación de un cuerpo de ventanas ( claristorio ). El altar no ocupaba el centro geométrico y debajo de él podía hallarse una cripta en la que se solía custodiar los restos de algún santo o mártir. El nartex o pórtico exterior, especie de vestíbulo que señala el acceso al interior del templo, y el atrium o patio porticado, se hallaban ubicados a los pies del edificio. Italia (Roma, Milán o Rávena ) posee destacados ejemplos de basílicas paleocristianas, sobresaliendo la de San Juan de Letrán, remodelada en su totalidad durante el Renacimiento y a cuyo desarrollo había contribuido el emperador Constantino.

La arquitectura paleocristiana también presenta la tipología de construcción de planta centralizada, preferentemente en la zona oriental del Imperio, donde este modelo coexiste con el modelo basilical predominante en occidente. En definitiva, la basílica vino a cubrir con creces las carencias que, durante los primeros tiempos, tuvieron los fieles cristianos de lugares de culto apropiados en donde prácticar su liturgia.

Catacumbas





Las catacumbas, son excavaciones subterráneas que cuentan con una estructura laberíntica. La imagen a comentar se trata de un cruce de graderías en el que encontramos un arco solium engrandeciendo una tumba.

Durante el primer siglo, los cristianos de Roma no tuvieron cementerios
propios. Si poseían terrenos, enterraban en ellos a sus muertos. Si no, recurrían a los cementerios comunes que usaban también los paganos. En la primera mitad del siglo II, después de tener algunas concesiones y donaciones, los cristianos empezaron a enterrar a sus muertos bajo tierra. Así comenzaron las catacumbas. Muchas de ellas se excavaron y se ampliaron alrededor de los sepulcros de familias cuyos propietarios, recién convertidos, no los reservaron sólo para los suyos, sino que los abrieron a sus hermanos en la fe. Pasando el tiempo, las áreas funerarias se ensancharon, a veces por iniciativa de la misma Iglesia. Es típico el caso de las catacumbas de San Calixto: la Iglesia asumió directamente su administración y organización, con carácter comunitario.

Con el Edicto de Milán, promulgado por los emperadores Constantino y Licinio en febrero del año 313, los cristianos dejaron de sufrir persecución. Podían profesar su fe libremente, construir lugares de culto e iglesias dentro y fuera de las murallas de la ciudad . Sin embargo, las catacumbas siguieron funcionando como cementerios regulares hasta el principio del siglo V, cuando la Iglesia volvió a enterrar exclusivamente en la superficie y en las basílicas dedicadas a mártires importantes.

Así, la función originaria de las catacumbas de enterrar a los muertos, sería acogida por los cementerios, al aire libre, aunque bajo las iglesias se siguió enterrando a algunos fieles, santos, etc.


Los materiales utilizados por las primeras expresiones del arte paleocristiano (antes del 313 d.c. y del Edicto de Milán) son muy pobres, por tratarse de una religión de minorias. Estos pueden ser argamasa, barro cocido o similar con los que se recubren las paredes de la catacumba y sobre los que se exponen pinturas.
No se puede decir que este tipo de arquitectura tenga una planta concreta, ya que se trata de un trazado laberíntico de galerías -denominado "criptas"-, excavado en un orden aleatorio (a veces transformaban las canteras abandonadas para extraer materiales de construcción en catacumbas) y en varios niveles.
Los elementos constructivos empleados son diversos:
- cruce de graderías cubierto por arcos de medio punto (el preferido también por el arte romano) sustentados en muros.
- el arco solium (predecesor del santuario cristiano) engrandece el sarcófago por tratarse de la tumba de alguien importante.
- el nicho longitudinal (loculi), donde se entierra al difunto.

Se puede destacar pictóricamente las primeras iconografías cristianas, tan importantes a lo largo de su historia, y con influencias de otras culturas (mundo clásico, Persia, Egipto, o cultura etrusca ). En la imagen encontramos frescos, con una función decorativa, pero sobre todo didáctica (propagación de los dogmas cristianos ante la mayoría de analfabetos), no se le da tanta importancia a la representación en sí (por ejemplo: no hay perspectiva) sino a lo que representa (iconografía). Los colores utilizados son una gama de tonos cálidos (rojo, marrón, ocre,...).

Así, en el centro del arco solio encontramos la representación de un pavo real con las plumas abiertas, iconografía de la divinidad. A ambos lados, unos jóvenes con un arco y ya en el exterior del arco solio la representación también de dos figuras , que parecen ángeles, protegiendo la tumba.

En los arcos de medio punto hay motivos florales u orgánicos, con líneas curvas que acompañan sus formas estructurales.Alternan motivos cristianos y paganos pero todos los trabajos indican un elevado nivel en la representación artística.


Los comienzos de la Edad Media: Esquemas de arte paleocristiano