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martes, 21 de septiembre de 2010

La cueva de Lascaux (11000 a. C.)



La cueva de Lascaux, en el municipio francés de Montignac, contiene el mas extraordinario de los repertorios de arte cuaternario. La cueva fue descubierta en 1940 por un grupo de jóvenes. En total, en las paredes de esta cueva hay más de 450 figuras identificables.


Pero para apreciar mejor esta cueva, ya que no podemos ir allí, veamos su web:

http://www.lascaux.culture.fr/#/fr/00.xml

Las pinturas de Altamira (18000- 13000 a.C)







Las pinturas de la Cueva de Altamira, uno de los monumentos más impresionantes del arte Paleolítico, fueron descubiertas en 1879, en una época en la que la ciencia oficial no admitía la existencia del Arte en el periodo paleolítico, por lo que la verdadera importancia de estas pinturas no fue apreciada hasta veinte años más tarde.
La cueva tiene un recorrido complejo de 270 metros y un trazado irregular a través de varias salas, todas ellas con pinturas y grabados paleolíticos, entre los que destaca el techo de los polícromos, considerado la Capilla Sixtina del Arte Paleolítico y donde se localizan los famosos bisontes. Las pinturas fueron hechas hace unos 15.000 años, y representan a bisontes, caballos, ciervas, toros, signos y máscaras zoomorfas.
Las pinturas están realizadas con pinturas ocres de origen natural, de color rojo sangre y contornos en negro. En ocasiones, el artista utilizó los salientes de las paredes para dar a las figuras sensación de relieve. En conjunto, se trata de 70 grabados realizados en la roca y cerca de 100 figuras pintadas, en las que merece la pena atender al gran realismo de las imágenes y al excelente uso de la policromía. En definitiva, se puede afirmar que las pinturas de Altamira son el más importante logro de la Humanidad en el periodo paleolítico.
La cueva de Altamira destaca no sólo por ser la primera con arte paleolítico descubierta, sino también por la enorme calidad de las pinturas encontradas en su interior. Por los estudios realizados se sabe que la parte cercana a la entrada estuvo habitada desde el Solutrense hasta muy avanzado el Magdaleniense. Se ha reconstruido todo el programa pictórico que se desarrollaba en la cueva y se sabe que contaba con 38 bisontes, 10 bóvidos, 26 caballos, 14 cabras, 63 cérvidos, 5 jabalíes, 1 mamut, 1 alce, 1 felino, 1 pez, 1 lobo, 10 figuras indeterminadas, 9 antropomorfos, varias manos y casi un centenar de signos, y la zona más destacada es la llamada Sala de los Polícromos, de 18x9 metros.


Al comentar esta obra, lo más importante es exponer estas características generales, comunes a otras similares, como las cuevas de El Castillo, Trois Frères, Niaux, etc

·     Se trata de pintura  parietal: hecha sobre la superficie o paredes  de las cuevas.        
·     Ubicación: en el interior de cuevas.
Posible causa: Las rudas condiciones climáticas a finales de la última glaciación (Würm) obligan a los pintores a trabajar en el interior de las cuevas.

·     La técnica utilizada se caracteriza por su sencillez y perdurabilidad. Los instrumentos utilizados: los propios dedos o manos del pintor o pinceles elaborados con cerdas. A veces se servían de un buril de sílex para perfilar los contornos de las figuras.

Para aglutinar los colores se servían de grasa animal, a la que añadían los pigmentos. Óxido de manganeso para las tonalidades negro-violáceas; óxido de hierro, con una gama entre el ocre y el rojo.. También se hacía uso del carbón y, en ocasiones, de la sangre. Este procedimiento graso resultó ideal para conseguir la adherencia perfecta a las porosas rocas de las cuevas, de modo que absorbidas por éstas y mantenidas en unas constantes condiciones de humedad, temperatura y ausencia de luz, han permanecido durante miles de años casi inalteradas.
Se aprovecharon salientes en la roca para generar sensación de volumen, o la gradación tonal (cambios en la intensidad de los colores) para conseguir bulto efecto muy visible en los rojos-ocre en su fusión con el negro-carbón. Con todo ello se conseguía un gran verismo, que junto con el tratamiento de las proporciones, lograba un gran realismo (naturalismo) en las figuras.
El tipo de perspectiva utilizado fue evolucionando con la experiencia de los artífices. Entre los más comunes se encuentra la “perspectiva torcida” que exige diferentes puntos de vista: bisonte de perfil con los cuernos de frente. El perfil absoluto implicaba dibujar la figura siguiendo una línea paralela a su contorno, mientras que la visión de tres cuartos lograba un mayor naturalismo en la representación.
No hay composición o visión espacial. Las figuras se representan individualmente y aisladas, aunque a veces aparecen conjuntos.

·     La temática de estas pinturas era principalmente animalística; bisontes y caballos constituyen las figuras más representadas, apareciendo también jabalíes, venados y algunas figuras humanas, que parecen ser hechiceros disfrazados con pieles de animales. También aparecen manos, en positivo y negativo dibujos geométricos y otros signos de valor simbólico.

·       En cueanto a la interpretación y el significado de este tipo de arte, podemos ver dos teorías fundamentales:.

La mágica, elaborada por el abate Henri Breuil (1871-1961). La necesidad de la caza para el hombre prehistórico es la base de esta corriente, que considera que la finalidad de las pinturas era la de favorecer la caza de los animales representados (magia simpática o de atracción, propiciatoria). También ante el temor a la extinción de las manadas de animales se dio una magia de procreación, consistente en la representación de animales preñados con el fin de facilitar su reproducción. Tampoco se representaban animales considerados dañinos para el hombre como el oso, el mamut o la serpiente. La ausencia de composición o de visión espacial es otro rasgo característico que refuerza esta interpretación. Las figuras se pintan individualmente, sin formar escenas. Parecen flotar en el espacio y no se sitúan en un paisaje real. Parece, por tanto, que estas pinturas no tendrían un carácter narrativo o decorativo, sino ritual. De este modo, cada animal habría sido pintado en una ceremonia individual, suponiendo el conjunto una suma de pinturas yuxtapuestas. En apoyo de esta teoría pueden servir algunas prácticas rituales realizadas por algunos pueblos primitivos actuales que todavía practican la caza.

La interpretación sexual, elaborada por André Leroi-Gourhan (1911-1986) y A. Laming-Emperaire. Parte de un hecho: los animales más representados eran bisontes y caballos, y ciertos signos abstractos que aparecían junto a ellos podían constituir señales sexuales que los definían. Esto le llevó a conformar pares de figuras según su orientación sexual; el caballo sería lo masculino y el bisonte lo femenino.
 Para concluir, la importancia de esta obra es inmensa, dado que nos encontramos en los orígenes mismos de la expresión estética.

Venus de Willendorf (25000-19000 a.C.)




 
El arte mobiliar prehistórico está representado por pequeñas esculturas (en bulto redondo o en relieve) y placas grabadas. En la escultura son muy características las figuras femeninas de pequeño tamaño (de 5 a 45 cm.), en las que se acentúan  desmesuradamente los rasgos femeninos: son las llamadas “Venus”, de las que hablaremos a continuación, pero no son las únicas manifestaciones, pues destacan también por su interés los llamados “propulsores” y los “bastones de mando”, tallados en hueso o asta de reno, por su riqueza decorativa.
 
   En todas las culturas del Paleolítico Superior se practicó el grabado sobre placas calizas, cantos rodados, losas y huesos. Los motivos son geométricos o figuras de animales, que con frecuencia se superponen.

Pero como decíamos, un apartado especial dentro de los antropomorfos merecen las figurillas denominadas venus, que son la categoría principal de las representaciones humanas en el arte mueble. Se trata de pequeñas esculturas que representan mujeres, desnudas o casi desnudas, de formas macizas, frecuentemente con una modulación pronunciada de los atributos femeninos y con una intencional abreviación de la cabeza y las extremidades. En su mayoría se acentuaron la obesidad y los órganos sexuales, lo que hizo decir a K. J. Narr que, en ellas, se subrayaba la zona de la alimentación y de la concepción. Mucho menores en número son las estilizadas o esquematizadas. El tamaño de todas ellas oscila entre 5 y 25 centímetros de altura. En la actualidad su número rebasa el centenar.
Hay que indicar que son de una ejecución muy cuidada; el escultor puso una gran atención en resaltar los detalles que le interesaban, descuidando los que consideraba inútiles, como los pies, los brazos y las manos, y especialmente la cara. Por lo general han sido encontradas en lugares de habitación, si bien hay que tener en cuenta que muchas fueron halladas hace mucho más de medio siglo. Constituyen en su conjunto más de dos tercios del total de la pequeña plástica del arte cuaternario. Curiosamente, faltan en la Península Ibérica -a pesar que a veces se citan dos ejemplares, El Pendo y La Pileta-, pero, en cambio, su repartición geográfica se extiende desde Francia e Italia, por la Europa central y oriental, hasta las llanuras de Siberia. Son bien conocidos los ejemplares de venus procedentes de Sireuil, Brassempouy, Lespugue, Tursac, Grimaldi, Savignano, Willendorf, Vestonice, Predmosti, etc. Si a las venus sumamos las representaciones parietales, su número se acerca a las doscientas.
¿Qué nos dice esta masa de documentos? Ante todo pone en evidencia el lugar preeminente de la mujer en la sociedad paleolítica. Incluso cabría hablar de santuarios femeninos, como el ya citado de Angles-sur-I'Anglin, con sus bajorrelieves de venus de medio cuerpo y acentuado sexo. Hacia el 30000 a. de C., mientras que para los animales se nota un esfuerzo de realismo visual, el primer signo que se encuentra representa un órgano genital femenino. Se podrá discutir si se trata de representaciones realistas o de símbolos. Lo que ciertamente manifiestan es un gran poder de abstracción al figurar la parte por el todo.
El significado concreto de las venus se nos escapa. Pudieron ser representaciones de la gran madre o de la abuela del grupo social, la protectora de los animales, la diosa de la fecundidad e, incluso, ideales de belleza.
Pero si queremos avanzar más en el conocimiento del papel de la mujer en la sociedad paleolítica a través de sus imágenes, debemos trasladarnos a la Europa central y oriental y a Siberia. Las circunstancias del hallazgo de las venus de Elisseevici (Ucrania) y de Willendorf II (Austria), demuestran que, en algunas ocasiones, estas estatuillas coronaban amontonamientos de ofrendas. B. Klíma puso en relación una pequeña lámina de marfil de Dolní Vestonice (Wisternitz, Moravia), que lleva el grabado de una cabeza caricaturesca y asimétrica, con el esqueleto de una mujer de unos cuarenta años de una tumba del vecino yacimiento de Pavlov que presentaba un defecto en uno de los lados de su cara. ¿Retrato? El propio Klíma ha subrayado el papel que sin duda tenía la mujer en cuestiones rituales dentro del marco doméstico. Más hacia el este, algunas estatuillas fueron encontradas dentro de las cabañas. En Gagarino (Ucrania) se descubrieron siete venus colocadas a lo largo de las paredes internas de una cabaña de forma oval, de 5,5 metros de longitud, y con un hogar único, lo que hace pensar que aquellas eran de propiedad individual y estaban situadas en el lugar que cada persona tenía destinado para dormir. En el campamento de Mal'ta (Angara), con sus cabañas alargadas, probablemente colectivas, se encontraron las figurillas siempre en el lado izquierdo a partir de la entrada.
Para los ejemplares de venus de la Europa occidental, en la mayoría de los casos se desconoce su relación con las estructuras de los yacimientos. Un caso particular es el de Laussel, donde la venus, en forma de bajorrelieve, está asociada a una figura menor de hombre que, por su posición con el brazo levantado, puede considerarse que cumple un acto ritual. La mujer, que no tiene cara, inclina la cabeza hacia su derecha, como si mirase el cuerno de bisonte que sostiene con la mano derecha levantada; la mano izquierda descansa en la parte baja del cuerpo. Estas figuras estuvieron pintadas de rojo y es indudable que formaban parte de un santuario móvil, al aire libre.
Y para cerrar este apartado, recuérdese uno de los misterios del arte paleolítico: para la importante provincia de este arte que constituye la Península Ibérica no tenemos ninguna venus ni representación femenina naturalista. Lo que si está presente es un santuario de las vulvas, de color rojo, en una empinada galería de la cueva de Tito Bustillo (Ribadesella, Asturias).
Parece que esta figura coronaba el amontonamiento de ofrendas, tal vez se tratase del retrato de una difunta o quizá hiciera alusión a alguna divinidad. Lo que sí es seguro, es la importancia de la mujer en los rituales prehistóricos. Como en todas las venus encontradas, en ésta se resaltan los atributos femeninos, especialmente el pecho y el vientre, descuidando el tratamiento de las extremidades, lo que nos permite deducir que este tipo de figuras tenían mucho que ver con la fecundidad o maternidad.

Para tener más ejemplos, aquí están la Venus de Lespugne y la de Brassenpouy: