Praxiteles es el mejor representante del cambio que supone la evolución hacia el llamado Clasicismo Tardío desde los presupuestos más ortodoxos del Clasicismo Pleno. Es además un escultor de una extraordinaria calidad técnica, que supo introducir nuevos recursos plásticos a la obra escultórica: principalmente el mayor dinamismo dado a la composición en contraposto, que deriva en sus famosas curvas praxitelianas; sus cánones más estilizados, y una tendencia al naturalismo que se manifiesta primordialmente en su mayor facilidad para dotar de un cierto humanismo a su representación de los dioses, huyendo así en cierta manera del ethos clásico, a veces excesivamente severo.
No sabemos demasiado de su vida: que nace en Atenas alrededor del 400 a.c, y entre el 380 y 330 realiza sus obras en bronce y sobre todo en mármol. Fue hijo del también escultor Cefisódoto el Viejo, autor del famoso grupo de Irene y Pluto (Gliptoteca de Munich. Hacia 370 a.c) del que hereda un tratamiento más suave de la talla y una tendencia hacia el realismo. Curiosamente también sus hijos, Cefisódoto el Joven y Timarco seguirán el camino del padre y el abuelo siendo ambos importantes escultores de época helenística. Sí sabemos más de sus obras, algunas recuperadas por la copia romana, como la Afrodita de Cnido o el Apolo Sauróctonos, y otras de las que se ha conservado el original, como la que hoy nos ocupa. O al menos así se puede deducir si tenemos en cuenta que Pausanias habla de una escultura de Hermes que se hallaba en el templo de Hera en Olimpia y que atribuye a Praxiteles, y que precisamente esta pieza dedicada a Hermes se encontró en el Heraion de Olimpia durante las excavaciones de 1887.
Así las cosas no parece probable la tesis de algunos que dudaban de la autenticidad de la autoría o incluso de la originalidad de la propia pieza. Ya es no sólo el testimonio de Pausanias, es que como veremos, desde el punto de vista formal el Hermes es un perfecto ejemplo de las características que definieron el estilo de Praxiteles, sin resquicio alguno a la duda. Lo que no está aún tan claro es la cronología de la obra porque por un lado parece una de sus últimas piezas a tenor de la perfección técnica alcanzada y de la angulosidad del contraposto, que ejemplifica paradigmáticamente las curvas praxitelianas. No obstante, y a pesar de ello, la pieza encuentra numerosas similitudes con una obra firmada por su padre, la ya nombrada de Irene y Pluto, sobre todo por la postura y solución formal del niño, así como por la interelación psicológica que se establece entre los dos, lo que en este caso adelantaría las fechas de su realización. Por lo demás, el trabajo realista de la cabellera y el tratamiento de las telas que complementan a Dionisos se hallan dentro del estilo habitual que prolifera en muchas obras del Clasicismo Tardío.
La obra representa a Hermes en el acto de transportar a Dionisio niño, desde el Olimpo hasta la mansión de las ninfas encargadas de su crianza. El dios mensajero hace un alto en la ruta y ofrece al niño sediento un racimo de uvas (perdido hoy, en la mano derecha). Así el grupo adquiere esa humanidad característica en las representaciones praxitelianas de los dioses.
A destadar su magnífica textura, con un grado de pulimentado y difuminado, difícil de encontrar en copias posteriores. Desde el punto de vista compositivo hay que insistir en un elemento que es característico de la obra de Praxiteles y que ya hemos mencionado repetidamente, el contrabalanceo acusado de su contraposto, hasta adquirir trazos curvilíneos o en forma de "s", que acentúan la sensación de dinamismo. Es habitual en muchas de sus composiciones y también ocurre aquí, la posición de un brazo levantado en ángulo, que nunca corta la silueta frontal de la estatua.
Su tendencia al naturalismo puede observarse en el tratamiento de los detalles, caso por ejemplo del rostro o el cabello. La expresión eso sí, mantiene cierta sensación de distante lejanía, sólo amenizada por la actitud espontánea del niño.
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