

La joya del arte amohade de al-Andalus alcanzaba una altura de 64 ms. y consistía en dos bloques prismáticos superpuestos, el inferior de 13,6 ms. de lado y 50 de altura y el superior de 6,8 ms de lado y unos 14 de alto, rematado con una cúpula sobre la que se alzaba el famoso yamur, formado por cuatro bolas o manzanas de bronce dorado. Su colocación marca el final de la construcción en el año citado.
De esta grandiosa obra sorprende la sustitución de la piedra (que sólo alcanza unos dos ms. de altura a partir del suelo) por el ladrillo. Al parecer ello da a la torre más estabilidad frente a terremotos, al tiempo que reduce los riesgos de humedades por capilaridad del suelo. Pero hay muchas más sorpresas en la Giralda. De un lado, su propia concepción, característica de los alminares almohades: sigue el modelo de "torre dentro de la torre", al estar compuesta por dos cuerpos que se unen entre sí mediante una serie de 35 rampas, que viene a sustituir a la habitual escalera y hace el ascenso más cómodo y amplio. Una serie de vanos abiertos al exterior, resueltos en distintos tipos de arcos, proporciona luz natural en la subida; además, el cuerpo interior aloja siete cámaras que se superponen en altura. Pero la más hermosa de las sorpresas de la Giralda quizás sea los cuatro tableros de paños de sebka que aparecen en cada uno de sus cuatro lados a partir de media altura y que contribuyen a estilizar más aún, si cabe, la figura de la torre. Sobre ellos corre una arquería de arcos ciegos entrecruzados que generan otra sebka extendida de lado a lado de la torre.
Hasta aquí hemos descrito la parte visible del alminar almohade. El prisma superior quedó literalmente embutido en la reforma que se efectuó en la torre a partir de 1560, en pleno Renacimiento, según las trazas del arquitecto Hernán Ruiz, maestro mayor de la catedral, y que implicó también la colocación de balcones en los huecos de la parte inferior. Reforma que quedó completada con la colocación de la veleta o Giraldillo en 1568 y que dio a la Giralda su configuración actual.
De esta grandiosa obra sorprende la sustitución de la piedra (que sólo alcanza unos dos ms. de altura a partir del suelo) por el ladrillo. Al parecer ello da a la torre más estabilidad frente a terremotos, al tiempo que reduce los riesgos de humedades por capilaridad del suelo. Pero hay muchas más sorpresas en la Giralda. De un lado, su propia concepción, característica de los alminares almohades: sigue el modelo de "torre dentro de la torre", al estar compuesta por dos cuerpos que se unen entre sí mediante una serie de 35 rampas, que viene a sustituir a la habitual escalera y hace el ascenso más cómodo y amplio. Una serie de vanos abiertos al exterior, resueltos en distintos tipos de arcos, proporciona luz natural en la subida; además, el cuerpo interior aloja siete cámaras que se superponen en altura. Pero la más hermosa de las sorpresas de la Giralda quizás sea los cuatro tableros de paños de sebka que aparecen en cada uno de sus cuatro lados a partir de media altura y que contribuyen a estilizar más aún, si cabe, la figura de la torre. Sobre ellos corre una arquería de arcos ciegos entrecruzados que generan otra sebka extendida de lado a lado de la torre.
Hasta aquí hemos descrito la parte visible del alminar almohade. El prisma superior quedó literalmente embutido en la reforma que se efectuó en la torre a partir de 1560, en pleno Renacimiento, según las trazas del arquitecto Hernán Ruiz, maestro mayor de la catedral, y que implicó también la colocación de balcones en los huecos de la parte inferior. Reforma que quedó completada con la colocación de la veleta o Giraldillo en 1568 y que dio a la Giralda su configuración actual.
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