Un hombre maduro con las manos juntas se arrodilla en el reclinatorio ante la Virgen María. Un ángel sostiene la corona de oro sobre la cabeza de la reina de los cielos con el Niño Jesús sentado en su regazo como si fuera un trono.El niño lleva el símbolo de su poder en la mano, la esfera imperial de cristal y con la otra esta bendiciendo al hombre arrodillado. La luz de la puesta del sol ilumina la escena piadosa que es un recordatorio del mas allá. Se incluye en el género de donantes medievales.
A pesar de ello, non permanece ausente el esplendor terrenal: el manto del hombre, de brocado de oro con adornos de visón, es más ostentoso que el manto rojo de la virgen. La escena se desarrolla en un suntuoso palacio en un alto. Los arcos de la ventana se abren a un paisaje montañoso a lo lejos, un río y los edificios de una ciudad.
Esta obra de Van Eyck, se diferencia de las representaciones piadosas medievales en más detalles. Hace alusión al comienzo de una nueva era y, al mismo tiempo, al carácter de donante: el personaje no aparece en la forma habitual con un santo a su lado como intermediario. Está arrodillado solo, al mismo nivel y del mismo tamaño que la virgen. En lugar de replegarse humildemente en el borde inferior del cuadro, ocupa toda la mitad izquierda
El canciller Rolin intentó durante toda su vida gozar de la gracia de la Virgen. En el testamento de 1641 donó a la iglesia de “ Nuestra Señora “ de Autun una estatua de la virgen de plata de mas de siete kilos junto con la corona. La refinada pieza con piedras preciosas que porta el ángel del cuadro podría ser una alusión a este donativo.
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