La pregunta ¿cuándo se inició la arquitectura románica? es de respuesta imposible. No existen ni una fecha concreta ni un lugar específico sobre los que se pueda afirmar que ahí se encuentra el primer edificio románico de la Historia. Por tanto, hemos de dar una respuesta por aproximación, que requiere en primer lugar plantearnos qué elementos son los que nos indican que nos hallamos en presencia de una construcción de tipología románica.
En este sentido, sería definitorio que tal edificio presentase sus cubiertas abovedadas, hechas de piedra, ya sean bóvedas de cañón o de aristas. Hay que recordar entonces que la bóveda de cañón es el resultado de la prolongación longitudinal de un arco de medio punto en el espacio, mientras que la de aristas es el producto del cruce perpendicular de dos bóvedas de cañón.
El recurso a estas formas de cubierta exigía la colocación previa de cimbras de madera, sobre las cuales los albañiles pudieran ir colocando los elementos de la bóveda. Pero ésta, al ser de piedra, implica un peso mucho más elevado que el que resultaría de una cubierta de madera. Es por ello que, para reforzarla, se recurre a dividir la bóveda en tramos, mediante arcos fajones que envían el peso a los pilares sustentantes. Además, en las bóvedas de aristas, se colocan al mismo fin arcos formeros, alineados con el eje longitudinal de la bóveda.
Pero hemos de tener presente que la bóveda de cañón es un recurso de gran antigüedad en la arquitectura (por ejemplo, fue muy utilizada en el arte romano). Sin embargo, su empleo en la arquitectura románica va acompañado de otras novedades, como el resalte de los arcos (que sobresalen claramente del muro en el que se inscriben) o la presencia de las llamadas bandas lombardas, que recorren el muro en vertical.
Así pues, estos son los elementos formales de la primera arquitectura románica: las bóvedas (de cañón o de aristas), con sus correspondientes arcos de sustentación y descarga de empujes (fajones y formeros) y las bandas lombardas. Pero la arquitectura del primer románico supone también una nueva concepción del espacio construido, una nueva idea del edificio siendo éste, habitualmente, una iglesia. Ésta va a caracterizarse por presentar una nave rematada en un ábside semicircular que cierra la cabecera. Así se resuelve el modelo más simple de iglesia románica, aunque casi al mismo tiempo (y por las necesidades del culto cristiano) vana surgir iglesias de tres naves, todas ellas abovedadas y rematadas en ábsides, aunque la central suele presentar mayor anchura.
En conclusión: nuevos elementos constructivos y nueva concepción del espacio construido. Pero, ¿cuándo comenzó todo ello?, ¿dónde sucedió? Hemos de situarnos en los momentos cercanos al año 1000. Encontraremos entonces que en diversos edificios del norte de Italia y del sur de Francia están ya experimentándose estas novedades, que se seguirán también muy pronto en Cataluña. Ocurrió así en Borgoña, donde se lleva a cabo la edificiación de la iglesia del monasterio de Cluny-III, no conservada, o la del templo de la abadía de San Filiberto de Tournus, cuyos espacios más antiguos fueron consagrados en el año 1019. Lo mismo estaba pasando en Italia, donde se dedica en 1007 la iglesia de San Vicente de Galliano con naves, bóvedas y ábside, o en Normandía, cuya iglesia de Jumiéges comenzó a levantarse hacia 1040. En Cataluña, la iglesia de San Pere de Roda era bendecida por el famoso abad Oliba en 1022.
Fenómenos similares estaban ocurriendo casi a la vez en otras regiones próximas a las que hemos citado aquí. De manera que en aquellas zonas de Europa a las que aún sobrecogían los terrores del año 1000, grupos diversos pero con mentalidades semejantes estaban respondiendo a las mismas inquietudes con soluciones arquitectónicas similares. Estaban, en definitiva, inventando la arquitectura románica. Ellos no lo sabían, pero nos dejaron sus obras para que hoy podamos disfrutar contemplándolas.
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