miércoles, 9 de febrero de 2011

Catedral de Reims









Es uno de los más puros ejemplos de las catedrales góticas francesas. Dadas la ubicación del templo y la disposición de la trama urbana (sobre todo con esa larguísima calle que conduce hasta la fachada principal) el viajero podrá apreciar desde muy lejos la enorme fuerza que emana de esta airosa mole pétrea que alcanza una longitud externa de 149 ms y muestra en sus pies dos torres que se elevan por encima de los 81 ms.

El origen de este imponente edificio gótico se debe a la coindidencia de diversas circunstancias. Por un lado, vino a sustituir a otra catedral anterior que había resultado arrasada en un incendio. Por otra parte, Reims era el lugar en el que desde comienzos del siglo XI se llevaba a cabo la consagración de los reyes de Francia. Tratádose de un templo de tal envergadura, podemos considerar que las obras no se demoraron demasiado: se iniciaron por encargo del obispo de la sede en 1211 y, probablemente en el plazo de unos setenta años el grueso de la construcción estaba ya alzado, interviniendo en su trazado, de manera sucesiva, cuatro maestros de obras cuyos nombres se conservaron en uno de los famosos laberintos trazados en el suelo de la nave central. Aunque el original fue destruido, un dibujo nos indica que en Reims trabajaron Jean d´Orbais, Jean le Loup, Gaucher de Reims y Bernard de Soisons, y señala además la parte que cada uno edificó.
De esta construcción os llamará la atención probablemente lo peculiar de su planta, especialmente el enorme tamaño de la cabecera, que alcanza aquí justo a la mitad de la longitud. Se ha explicado este fenómeno de la cabecera hipertrofiada como respuesta a la necesidad de disponer de una zona lo suficientemente amplia como para alojar al numeroso coro que participaba en las principales ceremonias religiosas de la catedral. Además, el transepto consta de tres naves, mismo número que las que se disponen longitudinalmente. Finalmente, en cuanto a su alzado, la edificación se dispone en los tres niveles habituales: arcos, triforios y ventanales.
Pero no se trata únicamente de valorar esta catedral desde el punto de vista arquitectónico. En este contenedor podemos admirar uno de los repertorios más amplios de la escultura y el relieve góticos, que se extiende por sus distintas fachadas externas, así como por esa otra fachada interior que cierra los pies del templo, hasta sumar un conjunto de más de 2200 piezas. En la mayor parte de ellas están ya presentes las novedades de la plástica escultórica gótica que, en algunos casos, ha producido verdaderas obras maestras, como ese ángel sonriente del grupo de la Visitación. Por lo demás, en un templo gótico el espacio reservado a las vidrieras ha de ser también considerable y entre las de Reims destacan sobremanera las del enorme rosetón central en el que se representa a la Virgen rodeada de apóstoles y ángeles.
Así que quien entra a la catedral de Reims resulta atrapado por el peso de la Historia y el Arte. En el lugar en el que ahora ocupa el templo el rey franco Clodoveo fue bautizado por San Remigio, dando origen a la tradición de la coronación de los reyes franceses en la ciudad. Entre estos muros, asistió en 1429 Juana de Arco a la coronación de Carlos VII, a quien ella misma había ayudado decisivamente en su camino al trono. Aquí, en el ábside, un artista judío, Marc Chagall, diseñó un insólito conjunto de vidrieras en el ábside. Y aquí mismo cayeron algunas de las bombas de la Segunda Guerra Mundial.

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