En la primera mitad del S. V a.c se asiste a una evolución de la escultura que va a liberarse progresivamente de la rigidez y el estatismo del período arcáico, desarrollando pautas y criterios más ágiles y dinámicos que anticipan ya lo que habrá de ser el pleno Clasicismo de la mitad del Siglo. También se emplean más variedad de materiales, como el bronce o el mármol, y también mayor diversidad temática. Es lo que llamamos época Protoclásica o del Clasicismo Severo, que antecede al Clasicismo Pleno de mediados del S. V a.c.
El grupo escultórico que hoy estudiamos está realizado por el escultor griego Kritio y el broncista Nesiotes en la época protoclásica del arte griego a la que ya hemos hecho alusion. La pieza es de tamaño natural y está formada por dos figuras cuyos originales fueron realizados en bronce, pero que son únicamente conocidos a través de copias romanas en mármol. Las copias de las figuras nunca se han encontrado juntas, de modo que la composición de las dos piezas como tal grupo escultórico debe considerarse una interpretación moderna, aunque está basada en imágenes parecidas de la cerámica ática y por lo tanto debe ser considerada fidedigna. De hecho, Nesiotes parece ser que pretendía reproducir un mismo grupo escultórico anterior realizado por Anténor, que habían saqueado los persas
Las estatuas son retratos ideales de los ciudadanos atenienses Harmodio y Aristogitón, quienes atentaron en el 514 a.C. contra la vida de los tiranos de la ciudad, los hermanos Hipias e Hiparcos. El hecho aconteció durante las fiestas de las Panateneas: Harmodio y Aristogitón intentaron asesinar a ambos gobernantes, pero tan sólo consiguieron dar muerte a Hiparcos. Los dos asesinos acabarian muertos, el más joven, Harmodio, en la escaramuza que siguió al asesinato, y el otro, Aristogitón, ajusticiado poco después. Cuatro años más tarde, tras la muerte natural de Hipias, se estableció en Atenas un gobierno democrático y los dos tiranicidas fueron considerados un símbolo de la lucha de los atenienses contra la tiranía
Ya hemos comentado que se trata de una copia romana, pero que nos permite estudiar perfectamente uno de los grupos escultóricos más importantes de la escultura griega en general y en particular de las previas al período clásico.
La obra aporta novedades muy interesantes. La primera es que se multiplican los puntos de vista de la figura, ganando en dinamismo y movilidad. Evidentemente el hecho de que se trate de un grupo y no de una sola figura contribuye a ello, pero ya es un cambio respecto a la época arcáica. Dos razones obligaron a esta nueva concepción de la escultura: de una parte su disposición en medio del Ágora y además con la intención de exaltarla como símbolo de la democracia, lo cual exigía una disposición que permitiera verla a todo el mundo y desde todos los ángulos además; por otra parte el tema y el material (bronce), contribuyen a subrayar el carácter violento de la representación en la que ambas figuras se abalanzan hacia el frente, Aristogitón con la espada en alto y Harmodio que llevaría otra (hoy perdida) con la que se adelanta en su acción.
Por la misma razón, la anatomia se precisa, exagerando el volumen y la tensión de las musculaturas, con todos sus rasgos muy marcados y vigorosos.
Es interesante también comprobar cómo el sentido de la composición gana en complejidad al tratarse de un grupo escultórico y al tener en cuenta la multiplicida de ángulos de visión. Así se compensa en uno y otro la posición de las piernas y de los brazos. En una composición global en ángulo que avanza hacia el espectador, lo que termina de remarcar esa sensación de abalanzamiento, propia de la acción que se quiere representar.
En cuanto a la expresión, la representación de los rostros sigue en cierto modo idealizada y sin fijar su ethos, puesto que no hay una conexión lógica entre la acción violenta que se desarrolla y esos rostros de gestos sonrientes e inertes. Al fin y al cabo es un símbolo, y como tal, la expresión ha de estar por encima de las pasiones humanas.
La consecuencia por tanto en visperas de aproximarnos a la obra plena de Fidias, Mirón o Policleto, es la conquista de un mayor grado de movimiento en la escultura, un mayor realismo en las anatomías, una mayor complejidad compositiva, y un tratamiento expresivo que si por una parte transmite la sensación violenta de la escena a través de la fuerza contenida de las musculaturas, por otro conserva una idealizacion en los rostros, poco acorde con la acción representada, pero que sin embargo perdurará como un ethos característico de la escultura a lo largo de todo el periodo clásico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario