lunes, 17 de enero de 2011

San Martín de Frómista, Palencia




Probablemente sea ésta una de las iglesias más reproducidas fotográficamente cuando se trata de explicar algunas de las características básicas de la arquitectura románica: el empleo del sillar de piedra, el predominio del muro sobre el vano, el uso del arco de medio punto y la bóveda de cañón, la división en naves o la presencia del cimborrio sobre el crucero. Podría decirse que la lectura visual de la iglesia de San Martín de Tours, en Frómista (Palencia) facilita enormemente la comprensión del estilo que dominaba la Europa cristiana en los años de transición entre los siglos XI y XII.

Una somera descripción del edificio debe indicarnos que presenta una planta basilical dividida en tres naves cubiertas con bóvedas de cañón, rematadas cada una de ellas por un ábside semicircular y separadas entre sí por pilares de sección cruciforme que dividen el espacio en cinco tramos. La cubierta de la nave central (que es de mayor altura y anchura) se hace a dos aguas, siendo a una sola la de las dos naves laterales. Por otra parte, el último de los tramos (de mayor longitud) actúa como nave de crucero, marcándose exclusivamente en altura, al quedar alineado con los muros exteriores de las naves. Sin embargo, se otorga especial relevancia a su espacio central, rematado por un cimborrio sobre trompas de planta octogonal y cerrado mediante una cúpula semiesférica.

Toda la obra se realiza a base de sillares de piedra perfectamente escuadrados y podría completarse la descripción indicando que la iglesia posee tres portadas enmarcadas por arquivoltas abocinadas (una cuarta es obra moderna), dispuestas dos de ellas en los laterales y la tercera a los pies del templo, lugar en cuyas esquinas figuran también dos torres de planta circular y mediana altura, que parecen inspiradas en la arquitectura carolingia.

En definitiva, San Martín de Frómista sería un claro modelo de edificio religioso románico levantado en una de las localidades que atravesaba el Camino de Santiago, esa autopista de la multiculturalidad tan transitada en los últimos siglos de la Edad Media. Sus orígenes, según las fuentes escritas, parecen remotarse al año 1066, cuando Doña Mayor, viuda del rey Sancho III de Navarra otorga en testamento unas cantidades para que se levante el templo dentro de un conjunto monástico. Sin embargo, desde hace unos años la crítica viene insistiendo que las formas del edificio dan la impresión de ser algo más tardías; de los últimos años del siglo XI. No importa demasiado esta pequeña diferencia en la determinación de la cronología de la iglesia que, para colmo, sufrió una restauración exagerada a finales del siglo XIX.
Quizás sea más interesante detenerse en la contemplación pausada de los capiteles del templo, que nos muestran un variado repertorio de composiciones escultóricas, tanto de carácter geométrico como figuradas, como ocurre también en los canes que sostienen la cubierta, un conjunto de 320 piezas en algunas de las cuales aún podemos ver algunas escenas de contenido sexual explícito. Temas vegetales, animales de diverso tipo y variadas composiciones bíblicas completan este interesante muestrario del relieve románico. Entre tanta obra atractiva me llama especialmente la atención el capitel que muestra a Adán y Eva en el Paraíso, con la serpiente y el árbol de la fruta prohibida. Esa era, en el fondo, la intención de la Iglesia medieval: recordarle a los fieles que, desde el principio de los tiempos eran pecadores.

(Para tener más información sobre esta obra, mirad el comentario de las fotocopias)


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