jueves, 27 de enero de 2011

Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, Maestro Mateo








El Pórtico de la Gloria se corresponde con la portada monumental que sirve de acceso principal a la Catedral románica de Santiago de Compostela. Se realiza en una última etapa del proceso constructivo de la Catedral, relacionada con la necesidad de ampliar la longitud de las naves, completar la labor arquitectónica necesaria para tal fin y levantar esta nueva fachada ornamental, que representa uno de los ejemplos más soberbios de la estatuaria románica y pasa por ser uno de los antecedentes inmediatos de la escultura de estilo gótico.
La portada original abierta en este lado occidental de la Catedral, es decir, la anterior al Pórtico de la Gloria, se proyectó siguiendo un programa iconográfico y un estilo formal coherente con los conjuntos de Platerías y de la Azabachería (respectivamente portadas sur y norte del crucero), y que ejecutado muy probablemente por el mismo Maestro de Platerías se habría concluido hacia 1128. Aunque al respecto hay varias hipótesis: si hacemos caso al texto del Calixtinus, sí existía una puerta ya terminada, que después sería sustituída por el Pórtico de la Gloria. Aunque hay otros autores (I. Bango entre otros) que consideran que esa puerta nunca llegó a realizarse y que en realidad la Catedral estaba sin terminar a la altura de los pies, hasta que el Maestro Mateo acometa la construcción de la cripta, el cierre de las naves y la obra del Pórtico de la Gloria. En tal caso, la descripción del Calixtinus se basaría no en la visión de la puerta, sino en el conocimiento que tenía su autor del proyecto que iba a hacerse y de las piezas sueltas que ya se habían terminado y que irían a parar a la de Platerías.
En cualquier caso y como ya se señaló en el comentario referido a la Portada de Platerías, al ampliarse las naves y construirse un nuevo pórtico de entrada, alguna de esas piezas procedentes de la primera Puerta Occidental (se llegara a montar o no) irían a parar a la Puerta de Platerías, que acogería también las provinientes de la Puerta de la Azabachería cuando esta se transforme en una portada barroca.
Esta reforma de las naves y del nuevo acceso al templo se produce en el último tercio del S. XII y en pleno apogeo del Camino de peregrinación. Se encarga la obra a un nuevo artífice, el Maestro Mateo, que en primer lugar debe de salvar el desnivel existente en el terreno a los pies de la iglesia, razón que se arguye como el motivo que habia impedido terminar el templo, para lo cual se construye por ello la famosa cripta de la catedral, que de esta forma salva el desnivel y sirve además de basamento a la portada; se amplian las naves, y se levanta el nuevo pórtico. Es aquí donde la obra del Maestro Mateo en el plano escultórico alcanza su máximo esplendor.
Desde el punto de vista iconográfico ya se puede establecer una primera lectura entre los tres grandes niveles en que se ha estructurado la nueva construcción, de tal forma que la cripta vendría a simbolizar el mundo terrenal; el Pórtico, la Jerusalén celeste; y el nivel superior en el que se abre un hermoso rosetón, se relaciona con el mundo celestial y divino.
Por su parte el programa escultórico se articula alrededor de tres grandes arcos: el central está dividido por un parteluz o mainel en el que se representa el Árbol de Jessé (supuesto árbol genealógico del Mesías), sobre el que aparece Santiago acogiendo bondadoso al peregrino.
En el Timpano aparece Cristo Juez con los brazos abiertos, mostrando así las llagas, y rodeado de los Evangelistas, representados como Tetramorfos. El remate, se identifica con la Jerusalén Celeste (símbolo de lo que en realidad significaba la Catedral, ella misma es la Jerusalén Celeste, y meta esperada de los peregrinos), representada con las imágenes de los elegidos, ángeles, bienaventurados, y los veinticuatro ancianos afinando los instrumentos que aparecen representados en las arquivoltas.
Los arcos laterales carecen de tímpano, y en ellos se identifica, a la izquierda temas del Antiguo Testamento, como Adán y Eva, el cautiverio de las tribus de Israel y diversos profetas, y en el de la derecha, el Juicio Final.
Por último, tanto en las pilastras que separan las arquivoltas, como en los arcos exteriores, se utilizan estatuas-columnas en las que se representan profetas a la izquierda y apóstoles a la derecha.
Finalmente en la parte inferior del parteluz, de espaldas al Pórtico y de frente al altar de la Catedral, se representa a un personaje arrodillado que se golpea el pecho en actitud penitente, y que no es otro que el propio Maestro Mateo pidiendo perdón por el trabajo realizado, que salido de la mano del hombre nunca será lo suficientemente perfecto como para honrar debidamente a Dios.
Aunque si no para Dios, sí para el hombre es una obra verdaderamente excelsa. Lo es además por numerosos motivos. En primer lugar por su talla renovadora y de unas calidades únicas, en las que destaca su novedoso naturalismo. También por su capacidad rítmica, logrando un nivel de captación del movimiento, especialmente a través del juego de paños y de la interrelación psicológica de los personajes, que sobre todo en las piezas realizadas en las jambas de la portada, logran romper con uno de los axiomas más característicos de la escultura románica, el de la total adaptación de las figuras a su marco arquitectónico. Por el contrario, en el Pórtico de la Gloria las piezas inician un proceso de liberalización, que empiezan así a desembarazarse de su marco constructivo, lo que sienta las bases de la transformación estética que definirá la escultura gótica. De esta forma, las figuras del Pórtico de la Gloria se mueven en diversos gestos y posturas, conversan entre sí y se van desajustando de las columnas a las que se adosan.
Por otra parte, el tratamiento anatómico es además mucho más realista y el trabajo de los pliegues enormemente dinámico, con caídas elegantes y muy naturales, sin olvidar el cromatismo intenso de las piezas, que aunque perdido, realzaría aún más su naturalismo.
El volumen de las figuras es también mayor y ello añadido a la sonrisa sempiterna que alegra todos los rostros, está cargando ya la escultura de un tono humano y más sensible que será característico de la nueva estética de la escultura gótica, adelantándose así a su tiempo en la configuración de un nuevo estilo.
Por todo ello el Pórtico de la Gloria es una obra excepcional y una de las piezas más hermosas de la escultura románica y en general de toda la historia de la escultura. No sólo porque se adelante a su tiempo, tal y como hemos indicado, sino sobre todo por su extraordinaria calidad técnica, y su profundidad expresiva, capaz de transmitir a las figuras un hálito de vida que parece escaparse de la piedra.
(Para más comentario, ver fotocopias, que además, hay dos diferentes)

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