Gudea era el ensi o patesi (algo así como rey-sacerdote o gobernador) de la ciudad de Lagash, un cargo que ostentó durante unos veinte años (2144 a.C.-2.124 a.C.) en el periodo que suele denominarse como neosumerio.
Hasta veintiséis estatuas se conocen de este personaje, la mayor parte de las cuales nos lo representan como rey-sacerdote, en actitud devota, muy próxima a la oración, ya sea de pie o sentado. El ensi suele aparecer tocado con un gorro a modo de casquete y con las manos cruzadas ante el pecho. Obviamente, y encontrándonos aún a fines del tercer milenio antes de Cristo, las obras muestran trazos geométricos, una marcada frontalidad y tendencia a la simetría. En muchas de ellas las inscripciones cuneiformes que las recubren nos señalan precisamente la pìadosa devoción del monarca. El material empleado suele ser la diorita, aunque algunas son de esteatita o de alabastro.
Esta, colocada en el templo Eninnu de Girsu y dedicada a su dios Ningishzzida, venía a funcionar como sustituto del propio gobernante para obtener vida eterna al hallarse en constante plegaria ante la divinidad. A pesar del reducido canon y de su marcado esquematismo geométrico, la belleza de formas está totalmente conseguida.
Cuando vemos sus estatuas y leemos sus inscripciones parece que Gudea quiso dejar claro a sus coetáneos que se había dedicado como gobernante a levantar templos, a entregar presentes a los dioses, a construir canales de irrigación, a mejorar la economía local e, incluso a conquistar algunos territorios próximos a Lagash. Pero es evidente que Gudea quiso también que su imagen perviviese a través del tiempo y una escuela de escultores de palacio se dedicó a ello con ahinco. Efectivamente, en las estatuas vemos un rey-sacerdote.
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