El Generalife es la villa con jardines utilizada por los reyes musulmanes de Granada como lugar de descanso, situado en la ciudad andaluza de Granada, España. Fue concebida como villa rural, donde jardines ornamentales, huertos y arquitectura se integraban, en las cercanías de la Alhambra.
El origen del nombre está discutido. Algunos abogan por Yannat al-Arif como Huerta del Arquitecto, aunque pudo significar El más excelso jardín. Ese huerto real era común en las cortes hispano-árabes. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La última dinastía musulmana que persevera en suelo peninsular será la nazarí o nasrí, nacida de la proclamación como sultán de Muhammad I en 1232, en la ciudad de Arjona (Jaén). Un pacto con Castilla en 1246 permitirá la permanencia pacífica de esta dinastía hasta 1492.
De inmediato la nueva dinastía establece la capital en Granada, concretamente en 1237 y un año después se funda la ciudad palatina de La Alhambra, sin duda el mejor ejemplo del esplendor alcanzado por el arte nazarí. En éste hay que distinguir, no obstante, dos tipos de arquitectura: la funcional, propia de edificios menores y caracterizada por su mayor austeridad; y la de carácter suntuoso, con una mayor vocación ornamental o decorativa, propia de las construcciones palatinas, caracterizadas por sus revestimientos de mármol, zócalos alicatados, yesos labrados, techumbres de madera y un virtuosismo decorativo de filigrana donde se integran perfectamente motivos de lacería, ataurique y caligráficos. Otros elementos característicos, serían las columnitas de finísimos fustes, los capiteles delicados de mocárabes, los arcos angrelados y de mocárabes, las cúpulas de mocárabes, etc.
En el arte nazarita, como ya había ocurrido en el de Taifas, prevalece la arquitectura civil sobre la religiosa, encontrando en el amplio complejo palacial de la Alhambra su manifestación más elocuente.
La Alhambra se construye junto al río Darro y frente al Albaicín, sobre una colina rojiza que dará nombre al conjunto, conociéndose por ello con el nombre de Al Qalat Ahmra o “Fortaleza roja”. Está constutida por una fortaleza o alcazaba que protege la ciudad desde su vértice angulado y una serie continuada de palacios cuya construcción va sucediéndose en el tiempo: primero se construye el Generalife, que no se halla dentro del recinto palacial de la Alhambra porque se encuentra fuera de su circuito defensivo y al otro lado de la muralla. Lógico si tenemos en cuenta que se concibe como una residencia de recreo que buscaba el alejamiento del espacio militar, función original del primer recinto de la Alhambra.
Algún tiempo después se construye el primer palacio dentro del recinto amurallado, El Partal, que no obstante mantiene su función de esparcimiento y recreo.
Pero será durante el S. XIV cuando la edilcia palatina de la Alhambra alcance todo su esplendor, bajo el mecenazgo precisamente de dos de sus sultanes más activos: Yusuf I, que inicia el Palacio de Comares, y Muhammad V, que completa la obra del anterior y construye el Palacio de los Leones, completando un conjunto palacial que se ha dado en llamar la Casa Real Vieja.
De todos ellos probablemente sea el Palacio de los Leones el más completo en el desarrollo pleno de todos los recursos arquitectónicos y ornamentales del arte nazarita. Como tal palacio musulmán sigue una estructura habitual de patio abierto central, que sirve como distribuidor de las estancias principales que se reparten entre sus cuatro lados. El agua conserva su protagonismo como elemento dinamizador del espacio abierto, en este caso por medio de la famosa fuente de los leones que da nombre al conjunto palacial.
Hasta no hace mucho tiempo se pensaba que el Palacio de Comares y el de los Leones tenían una funcionalidad complementaria y que si aquél asumía el papel de sede oficial del sultanato, el de los Leones serviría como residencia privada o de recreo. Pero no es así, el de los Leones es un palacio indepeniente, de tal modo que la intención de Muhammad V al construirlo sería la de levantar una réplica al Palacio de su padre, colocando su trono en el llamado Mirador de Lindaraja y estableciendo su despacho en la llamada Sala de las dos hermanas.
Su construcción data del primer periodo del reinado del propio Muhammad V entre 1354 y 1359, porque cuando vuelve al trono en 1362, el Palacio sirve de marco a las fiestas de su nueva entronización.
El patio dispone una estructura cruciforme, con dos templetes en los lados menores que avanzan hacia el patio, de tal forma que la interrelación espacial es plena, no distinguiéndose fácilmente cuándo empieza el jardín y cuando acaba la edificiación. Otra peculiaridad es que en los cuatro lados del patio se abren pórticos, a base de arquerías sobre columnas de mármol, de aspecto muy frágil. Éstas se distribuyen exentas o agrupadas en grupos de dos o de tres, lo que otorga al conjunto unos ritmos arquitectónico muy variados.
Los capiteles responden al mismo esquema ornamental que en el Palacio de Comares, siendo igualmente de dos tipos, o de ataurique, de hojas de acanto muy estilizadas, o de mocárabes. Los arcos actúan como pantallas visuales, siendo o bien igualmente de mocárabes, o festoneados.
La decoración es profusa con una clara intención de horror vacuii, de azulejos en los zócalos, y encima yeso y madera, que reproducen todo un repertorio infinito de temas epigráficos, atauriques y lacerías.
En cuanto a la fuente propiamente dicha está formada por doce leones en pie colocados circularmente, que pertenecieron a un palacio de S. XI, y que en su día quisieron rememorar la vieja fuente del antiguo Palacio de Salomón, que al parecer era muy similar. La taza superior, ya fue mandada labrar por Muhammad V en el contexto general de las obras de nuevo Palacio de Los Leones.
Alrededor del Patio se disponen como es habitual el resto de las estancias palaciegas: En el lado Norte, la Sala de las dos Hermanas; al sur la Sala de los Abencerrajes; y en los lados mayores, al oeste, la Sala de los Mocárabes, y al este la Sala de los Reyes.
En el lado Norte, en uno de los lados mayores del Palacio se dispone como decimos la Sala de las dos Hermanas, así llamada ya en un poema de Ibn al-Jatib fechable a mediados del S. XIV. No es por tanto como se pensó durante mucho tiempo, un nombre moderno que derive de la disposición en la sala de dos grandes losas de mármol, gemelas, que adornan a los lados la fuente central de la estancia. La verdadera función de la Sala de las dos Hermanas era la de Mexuar deMuhammad V. Al fondo del mismo, el Mirador de Lindarajao de Daraxa, haría las veces de Salón del Trono, muy similar al que Yusuf I abría en el Salón del Trono de Palacio de Comares. La sala presenta planta cuadrada cubierta con una espectacular cúpula octogonal de mocárabes, apoyada sobre trompas.
En la parte sur del Palacio, se localiza la Sala de los Abencerrajes, llamada así porque en este lugar fue decapitado el Jefe de la familia del mismo nombre, por orden del sultán Muhamadd IX, que por cierto, más tarde correría la misma suerte en este mismo lugar. La habitación se utilizaba en su planta baja para organizar los festines de la época invernal, disponiéndose los comensales en las dos alcobas laterales, que están separadas de la estancia central por arcos gemelos. La parte alta de la estancia se acondicionó como vivienda privada.También esta Sala se cubre con una cúpula de mocárabes sobre trompas y tambor de planta estrellada.
En uno de los lados menores del Palacio y en concreto en su parte occidental, se abre la Sala de los Mocárabes, que servía de vestíbulo de entrada y cuya cúpula de mocárabes que daba nombre a la Sala, quedó destruída por la explosión de un polvorín cercano en 1590, siendo sustituída en la época de Felipe IV por el actual techo barroco de escayola.
Finalmente, en el otro lado menor, en su parte oriental, se abre la famosa Sala de los Reyes, estancia ideada para los banquetes de verano al estar directamente abierta al patio central a modo de estancia porticada. Su planta rectangular se divide en siete tramos cuadrados y rectangulares alternativamente, divididos por arcos atajos de mocárabes. Los tramos rectangulares, más sombríos, abren al fondo unas alacenas cuadradas donde se prepararían los manjares para los festines. A su vez, los tramos cuadrados mucho más luminosos al dar paso directamente al patio, abren al fondo alcobas rectangulares para solaz de los invitados.
Presenta una curiosa decoración pintada, de influencia cristiana, al igual que puede observarse decoración mudéjar en los propios arcos atajos. Todo ello consecuencia del intenso intercambio artístico y cultural que se produce entre ambos reinos, y que es producto a su vez de la estrecha amistad que unió las personas de Pedro I de Castilla y Muhammad V.
Finalmente, un breve video sobre este conjunto monumental:
La Torre del Oro es una construcción defensiva almohade de tres cuerpos, realizada en sillares de piedra en el cuerpo inferior y ladrillo en los dos superiores. Presenta los rasgos propios de un edificio claramente defensivo.
- El cuerpo inferior es un prisma dodecagonal que se extiende hasta los 20,7 ms. de altura y se corona con una galería de almenas y merlones de remate piramidal. Originariamente disponía de muy escasas ventanas, fundamentalmente las saeteras que aparecen en cada una de sus lados y a alturas diversas. Todo este cuerpo inferior, que se divide en tres pisos cubiertos con bóvedas de arista, está construido con sillares de piedra, unidos con mortero de argamasa. Al exterior, bajo las almenas, corren tres molduras paralelas. Entre las dos inferiores se dispone un friso perimetral con parejas de arcos túmidos que alojan ventanas cegadas, enmarcadas por otros arcos de medio punto.
En este cuerpo se encuentra la única puerta de la torre, en la cara opuesta al río Guadalquivir. Originariamente se hallaba a unos 9,5 ms. de altura sobre el suelo, aunque ahora queda prácticamente en rasante con la calle. Finalmente, puede señalarse que este primer cuerpo alberga en su interior otro prisma hexagonal, en el que se aloja una escalera de unos 3 ms. de anchura.
- El segundo cuerpo está constituido por otro prisma también dodecagonal , de 8.5 ms. de alto, igualmente rematado por almenas y merlones semejantes a los inferiores. En este caso, toda la fábrica es de ladrillo. Al exterior se encuentra decorado mediante arcos ciegos organizados de manera alternante: en primer lugar nos encontramos parejas de arcos túmidos; a continuación, la decoración continúa con arcos lobulados enmarcados por otros de herradura. Todos ellos se cierran mediante alfices cuyas albanegas se decoran con cerámica y van sostenidos sobre columnillas muy esbeltas. En el lado de la torre en el que se abre la puerta de acceso a este cuerpo figura, sobre el corespondiente arco de herradura, un tablero con decoración de sebka. Tradicionalmente se ha considerado que este cuerpo pertenece a la construcción original almohade. Sin embargo, tras la última restauración, llevada a cabo en 2005, se apunta la posibilidad de que sea obra mudéjar del siglo XIV.
- El tercer cuerpo de la torre es de planta circular y está constituido por una linterna cilíndrica con óculos de forma oval y rematada en una cúpula semicircular que se cubre con azulejos dorados. Este cuerpo no es obra musulmana y fue añadido a la torre en 1760.Existe una teoría (no comprobada documentalmente) de que la Torre del Oro presente una planta dodecagonal (nada común en la arquitectura islámica) por ser una interpreatción musulmana del tema clásico de la "torre de los vientos", lo que explicaría sus doce lados, orientados cada uno de ellos a un viento diferente.
El propio nombre popular de "Torre del Oro", sobre cuyo origen existen diversas hipótesis, es una clara alusión a las riquezas que se contenían en el edificio y, por extensión, en la propia ciudad de Sevilla. En realidad, tal denominación no alude más que a la proximidad de la torre a la ceca islámica en la que se llevaba a cabo la acuñación de moneda.
La Torre del Oro fue levantada en 1220-21, en los momentos finales del periodo almohade. En esta etapa la ciudad de isbiliya fue convertida en capital de Al-andalus, lo que explica la abundancia e importancia de monumentos y restos islámicos de esta época en Sevilla.
La construcción del edificio significó, por parte almohade, la culminación del sistema defensivo del la ciudad, en una época en que los avnaces del ejército castellano ponen ya en peligro la propia existencia del mundo andalusí. La batalla de las Navas de Tolosa (1212) marca el incio de este empuje rconquistador, que llevará finalmente a la toma de la ciudad por las tropas de Fernando III en 1248, sólo 27 años después de que la torre estuviese concluida.
La Torre del Oro no fue una obra defensiva planificada de forma aislada. Se trata de una torre albarrana, unida al resto de las defensas urbanas mediante una muralla que llegaba hasta ella. Nos referimos a la coracha, que se iniciaba en el Alcázar sevillano y alcanzaba la orilla del Guadalquivir. Su recorrido estaba jalonado por una serie de torres (de las cuales sde conservan algunas, como la de Abdelazis o la de la Plata), la última de las cuales era la del Oro. Con ella se pretendía extender las posibilidades de defensa de Sevilla no sólo a la propia orilla del río, rechazando posibles incursiones por barco, sino a todo ese sector de la ciudad.
.
Finalmente, cabe reseñar como una torre defensiva ha tenido, a lo largo de sus casi 800 años de historia, usos diversos, como almacen, cárcel u oficinas, hasta llegar a los momentos actuales, en los que alberga en su interior un Museo Naval.
Gracias a estos textos del cronista almohade Ibn Sahib al-Sala, que forman parte de su obra "al-Mann bil-Imamah" (un manuscrito hallado por fortuna en 1930 en una biblioteca de la Universidad de Oxford) conocemos los nombres de los dos arquitectos que participaron en la construcción de la torre que es casi desde aquella época símbolo universal de la ciudad de Sevilla. Amhad ben Baso inició las obras de la mezquita aljama y, más tarde, de las primeras hiladas del alminar y Alí de Gomara remató la torre. Así pues, desde la colocación de las "primeras piedras" hacia 1184 hasta la finalización de la torre, en 1198, habían pasado sólo catorce años.
La joya del arte amohade de al-Andalus alcanzaba una altura de 64 ms. y consistía en dos bloques prismáticos superpuestos, el inferior de 13,6 ms. de lado y 50 de altura y el superior de 6,8 ms de lado y unos 14 de alto, rematado con una cúpula sobre la que se alzaba el famoso yamur, formado por cuatro bolas o manzanas de bronce dorado. Su colocación marca el final de la construcción en el año citado. De esta grandiosa obra sorprende la sustitución de la piedra (que sólo alcanza unos dos ms. de altura a partir del suelo) por el ladrillo. Al parecer ello da a la torre más estabilidad frente a terremotos, al tiempo que reduce los riesgos de humedades por capilaridad del suelo. Pero hay muchas más sorpresas en la Giralda. De un lado, su propia concepción, característica de los alminares almohades: sigue el modelo de "torre dentro de la torre", al estar compuesta por dos cuerpos que se unen entre sí mediante una serie de 35 rampas, que viene a sustituir a la habitual escalera y hace el ascenso más cómodo y amplio. Una serie de vanos abiertos al exterior, resueltos en distintos tipos de arcos, proporciona luz natural en la subida; además, el cuerpo interior aloja siete cámaras que se superponen en altura. Pero la más hermosa de las sorpresas de la Giralda quizás sea los cuatro tableros de paños de sebka que aparecen en cada uno de sus cuatro lados a partir de media altura y que contribuyen a estilizar más aún, si cabe, la figura de la torre. Sobre ellos corre una arquería de arcos ciegos entrecruzados que generan otra sebka extendida de lado a lado de la torre. Hasta aquí hemos descrito la parte visible del alminar almohade. El prisma superior quedó literalmente embutido en la reforma que se efectuó en la torre a partir de 1560, en pleno Renacimiento, según las trazas del arquitecto Hernán Ruiz, maestro mayor de la catedral, y que implicó también la colocación de balcones en los huecos de la parte inferior. Reforma que quedó completada con la colocación de la veleta o Giraldillo en 1568 y que dio a la Giralda su configuración actual.
El Palacio de Madinat al-Zahra, es una empresa personal de Abderramán III, que dedicará buena parte de su esfuerzo y atención a esta construcción, que coincide con la proclamación del Califato independiente de Córdoba y con el momento de mayor esplendor de la etapa califal en Al Andalus.
Las obras se iniciaron en 936, estando concluidas a finales de la centuria, aunque el proceso de descomposición del Califato durante el Periodo de los Reinos de Taifas y las consecuentes guerras civiles que asolaron la zona en el S. XI, destruyeron el Palacio casi por completo.
Madinat al-Zahara, significa “Ciudad brillantísima”, lo que ya resulta significativo de la grandeza que iba a adquirir la construcción, que en realidad se configura como un núcleo urbano palatino.
El conjunto urbanístico se dividía en tres grandes terrazas escalonadas: la primera y más alta estaba ocupada por el alcázar o palacio propiamente dicho; en el nivel inferior se levantaba la mezquita aljama; y en la terraza inferior se extendía la medina.
En cuanto a la mezquita se construye en un tiempo realmente breve, en 48 días dicen las fuentes y está comprobado arqueológicamente que fue en verdad una construcción muy rápida. Mide 53 m. de largo por 34 m. de ancho y estaba correctamente orientada al SE.
Su Haram es de cinco naves decrecientes en anchura, y ocho tramos, perpendiculares al muro de la Kibla. Presentaba riwaqs y un alminar cuadrado. En cualquier caso, la mezquita es en la actualidad nada más que un resto arqueológico.
Del alcázar se han podido rescatar los restos arqueológicos de los llamados Salón Rico y Salón Grande. El Salón Rico, o Salón del Trono de Abderramán III, es una habitación rectangular precedida de un pórtico rectangular muy ancho, flanqueado por dos habitaciones laterales. El salón propiamente dicho tendría una estructura basilical de tres naves separadas por columnas y arcos de herradura de estilo puramente califal, trasdós descentrado y despiece de las dovelas a la línea de impostas (en la imagen).
El Salón grande, dedicado probablemente a funciones representativas del califa, es muy similar al anterior, aunque de mayores proporciones y no tres, sino cinco naves en el salón propiamente dicho. Dichas naves no se separan por columnas y arquerías, sino por vanos abiertos en los muros.
Sería en este ámbito palacial del alcázar donde los recursos ornamentales y escenográficos de la arquitectura palatina islámica alcanzaron sus cotas más brillantes y en ocasiones extravagantes. Véase si no, este texto que nos da idea del lujo y la riqueza de la sala de recepciones o Alcázar de los Califas:
En el Palacio, Abd al-Rahman III construyó un salón conocido como Alcázar de los Califas, cuyo techo era de oro y grueso mármol, lo mismo que las paredes. En medio del techo colocó la gran lámpara que le había regalado Julián, rey de Constantinopla. El Palacio estaba revocado en oro y plata y en medio había una alberca llena de azogue. El salón tenía ocho puertas que estaban enjambradas en arcos de marfil y ébano con incrustaciones de oro y piedras preciosas, sobre columnas de mármol de color y cristal. Cuando el sol penetraba en el salón y sus rayos alcanzaban la alberca y las paredes, todo brillaba con una luz que deslumbraba la vista. Cuando el califa quería asombrar a alguien ordenaba que se agitase el azogue y aparecían en el salón como relámpagos de luz que estremecían los corazones, hasta el punto de que el salón parecía volar...
La manifestación artística más significativa del mundo musulmán es la arquitectura, y lo es en base a la importancia que tiene su principal edificio religioso: la mezquita, en árabe masyid, que podría traducirse como “lugar para arrodillarse”. No se trata de un templo al uso como en las demás religiones, entre otras cosas porque el musulmán no necesita más que un trozo de tierra para orar y una referencia geográfica que le permita orientarse hacia La Meca: la tierra es su masyid. Pero aún así, el Islam construirá un espacio propio para la oración y la plegaria, que en el caso de servir para congregar a toda la comunidad en su seno el día sagrado de esta religión, que es el viernes, se denomina mezquita aljama.
Su origen está vinculado al carácter ejemplar y normativo que siempre ha tenido para el musulmán la figura de su profeta, Mahoma. Y así, en el proceso de formación de su tipología arquitectónica tendrá mucho que ver el modelo de la casa de Mahoma en Medina, donde sus primeros seguidores realizaban la plegaria junto a él. Se trataba de una casa de planta cuadrada, en uno de cuyos lados se colocaba el profeta de frente a sus seguidores, que oraban colocados en hileras y protegidos por sombrajos de palmeras y arcilla. Este sería el origen de la sala de oración de las mezquitas posteriores, o haram. El resto del patio de la casa quedaba al descubierto, constituyendo el origen del sahn o patio. Como evocación de la disposición de Mahoma frente a sus discípulos, quedará en las mezquitas el mihrab, un pequeño nicho u hornacina, que considerando el carácter anicónico de esta religión, estará vacío, aunque lleno para el musulmán de la presencia espiritual del profeta. El mihrab se abre en el muro de la Kibla, sin duda el lugar más importante de la mezquita, porque es la referencia que al orante le permite saber hacia dónde tiene que rezar: hacia La Meca. Al principio, en la misma casa de Mahoma, la orientación se dirigía hacia Jerusalén, ciudad sagrada para los musulmanes, hasta que el enfrentamiento con los judíos decida al profeta variar definitivamente la dirección del rezo hacia la nueva referencia: La Meca.
Otros elementos completan la tipología de la mezquita: el alminar o minarete, desde el que el almuédano o muesín invita al rezo a voz en grito; el mimbar, que es un púlpito elevado desde el que el imán preside la oración comunal de los viernes; la maqsura, espacio acotado dentro del haram y enfrente del mihrab, reservado al califa u otra autoridad que de esta forma se hallaban protegidos al rezar; los riwaqs o pórticos que rodean lateralmente el patio; y la fuente o sabil, situada en pleno patio para satisfacer la limpieza a la que todo musulmán está obligado.
Esta tipología básica no será la única en la evolución histórica de la mezquita. De hecho podemos distinguir diversas variantes formales: una, la que ya se ha descrito, que tiene como referencia la casa de Mahoma, y que podríamos denominar como mezquita de sala hipóstila. Una segunda tipología sería la de mezquita de patio central al aire libre con cuatro iwanes a los lados, como es el caso de la Mezquita Isfahan, y una última, la mequita de planta central cubierta con cúpula, por ejemplo la Suleimaniye de Estambul.
La Mezquita de Córdoba, sin lugar a dudas el edificio más importante del periodo califal en el arte hispanomusulmán, es una típica mezquita de sala hipóstila que responde a los criterios generales que acabamos de comentar. Su construcción se va completando a lo largo de un amplio periodo de tiempo que abarcaría desde el siglo VIII al X, como consecuencia de una serie de ampliaciones y reformas acometidas por los sucesivos dignatarios del gobierno cordobés.
La primera mezquita es la que levanta Abd al-Rahman I entre el 786-788, sobre el solar de la antigua Iglesia de San Vicente. Consta de un haram prácticamente cuadrado, de once naves de doce tramos, situadas perpendiculares al muro de kibla. Tal vez uno de sus elementos más significados por su novedad y su eficacia tectónica sea el nuevo sistema de soportes empleado con función de entibo, que mejora considerablemente el empleado en la mezquita de Qayrawan. Se trata en este caso de una superposición de soportes, columnas en la parte inferior y pilares encima, apeados sobre una pieza cruciforme con modillones de rollo, cinchados por medio de arcos de herradura sobre los que se superpone en la parte superior un arco de medio punto. Las dovelas de los arcos presentan una dicromía característica roja y blanca. En cuanto a los soportes son columnas de mármol y capiteles corintios, en su mayoría reaprovechados de época romana y visigoda. Al exterior sólo se ha conservado la llamada Puerta de San Esteban, en realidad la Bab al-Uzara (“Puerta de los Ministros”), transformada además en época posterior, concretamente en tiempos de Muhammad I (855-856). Se dispone a modo de fachada tripartita con frisos y arcos ciegos de herradura en las calles laterales, y en la central el arco de acceso: típico arco de herradura cordobés del S. IX, despiezado al centro del arco, prolongado ½ de la longitud del radio y enmarcado en un alfiz. En la parte superior, la fachada se remata con un escalonamiento de merlones dentados. Esta primera mezquita se completaba con un pequeño alminar cuadrado construido en tiempos de Hisem I (788-799), después desaparecido.
La segunda mezquita corresponde a la ampliación de Abd al-Rahman II, a partir del año 848, que derriba el viejo muro de la Kibla y prolonga así el Haram hacia el sur en ocho tramos. Se labran ya a propósito algunos capiteles, de los que sólo se han conservado los dos que flanquean el actual mihrab. La mayor parte de esta ampliación desaparece al embutirse precisamente en esa zona la posterior catedral cristiana Esta segunda mezquita se completa en tiempos de Abd al-Rahman III, en la primera mitad del S. X, con la ampliación del patio o sahn, al que se dota de pórticos; también se refuerza la fachada de acceso al haram, y lo principal, se construye un magnífico alminar de planta cuadrada y doble caja de escaleras, que hoy se conserva en el interior de la torre de la catedral.
La tercera mezquita es la más espectacular y está propiciada por la ampliación de Al-Hakan II. A partir del año 962 se comienza una obra ambiciosa que empieza por derribar de nuevo el anterior muro de la kibla y volver a ampliar hacia el sur el haram en otros doce tramos, introduciéndose además en su tipología la planta en T que ya se había experimentado en Qayrawan. Para resaltar este espacio se construyen cuatro cúpulas gallonadas, tres en línea frente al mihrab y la cuarta sobre la nave central a la entrada del haram. El muro de la kibla se construye doble, con cinco habitaciones para el sabat o pasadizo desde el alcázar para el califa, y otras cinco en el lado oriental para el tesoro. Por último se abre un mihrab octogonal de singular riqueza, decorado con mármol y revestimientos musivarios bizantinos enviados por el mismísimo Nicéforo Focas, basileus bizantino. Flanqueando su acceso se conservan las columnas y capiteles que habían servido al mismo fin en el mihrab anterior de la mezquita de Abd al-Rahman II. Todos los soportes también se construyen para la ocasión, con columnas de mármol azul procedente de Córdoba sobre las que asienta capitel corintio y mármol rosado de Cabra sobre las que apoyan capiteles de pencas.
Todo el esplendor y las novedades plásticas que se estaban fraguando en el taller del Palacio de Madinat al-Zahara se aplican en esta ampliación, dándole el enorme esplendor y empaque ya mencionado. Entre otras novedades destaca la labra de capiteles característicos, los ya citados capitels de pencas, y la utilización de un nuevo arco de herradura, el arco califal cordobés del S. X, trasdosado y con el despiece de las dovelas a la línea de impostas, que ya había sido utilizado en Madinat al-Zahara.
La cuarta y última ampliación de esta mezquita se produce durante el gobierno de Almanzor. Dicha fase no tiene mayor importancia artística porque no aporta ninguna novedad a los sistemas y materiales consabidos, y porque además al no poderse ampliar más el haram hacia el sur, lo hace en ochos naves hacia el este, lo que descentró con singular torpeza el eje axial del mihrab.
Por último, (por si se puede ver), un video sobre este edificio:
En Ifriqiya, territorio integrado por el actual Túnez y parte oriental de Argelia, se constituye a comienzos del S. IX un emirato independiente, el denominado Aglabí. Coincidiendo con la fundación de la ciudad de Qayrawan o Kairouan se levanta el monumento capital de este periodo y del arte aglabí: la Gran mezquita de Sidi Uqba.
Es esta primera mezquita la levantada por Uqba ibn Nafi, de ahí su nombre original, si bien la posterior destrucción que sufre a manos de los bereberes obliga a nuevas reconstrucciones y ampliaciones. Ninguna será tan importante como la última, que se produce por inciativa del emir Ziyadat Allah, en el 836, coincidiendo con el esplendor del nuevo emirato. Con todo aún no estaba definitivamente terminada al final de esta obra, añadiéndose una cúpula y tres tramos más del haram en el 862, y otros tres tramos más hacia el patio en 875, en un proceso de ampliaciones y obras que presenta alguna similitud con el caso de la Mezquita de Córdoba, edificio que recoge también algunos otros elementos formales que le servirán de inspiración, como la planta en forma de “T” en el centro del haram.
La mezquita cuenta por tanto con una planta rectangular, que se encuentra rodeada por un recinto amurallado, robustecido por contrafuertes exteriores que afianzan la muralla.
El haram presenta dos grandes naves que destacan sobre las demás por su anchura y altura: la nave central, que es perpendicular al muro de la kibla y emboca al mihrab, y otra paralela al propio muro de la Kibla, configurando así una característica planta en forma de “T”. El resto de la sala de oraciones se completa con un bosque de columnas distribuidas en 17 naves perpendiculares a la kibla, de ocho tramos en total. De esta forma se mantiene la tipología de sala hipóstila, con las naves perpendiculares al muro de la kibla, como es habitual.
Su sistema de soportes vuelve a recuperar modelos omeyas, al disponer columnas y capiteles de tradición clásica reutilizados, y sobre ellos un fragmento de pilar (en realidad una imposta a modo de cimacio) que sirve principalmente para ganar altura. Sobre ambos soportes, arcos de herradura. Todo el sistema, demasiado frágil para su altura, se entiba arriostrando las arquerías por medio de tirantes de madera empotrados en los cimacios. El total de soportes que se levanta en esta sala de oraciones completa la sensación de “bosque de columnas” que produce su concepción espacial, aunque no por ello deja de resultar una sala espectacular, sobre todo por sus columnas de pórfido rojo y de granito azul, similares a las que soportan las cubiertas de los riwaqs exteriores
Como hemos indicado, más adelante, ya en tiempos de Ibrahim I se volteó una cúpula sobre el espacio que se encuentra delante el mihrab, apoyada sobre trompas y decorada con gallones.
Por su parte, Ibrahim II levantó una segunda cúpula al comienzo de la nave central, potenciando de esta forma la planta general en forma de “T”. También en su época se amplió el haram en dos tramos más.
Alrededor del mihrab se concentra la decoración de mayor relevancia de esta mezquita: se conserva decoración cerámica de reflejo metálico; revestimientos de mármol con relieves incisos muy planos de motivos vegetales, e incluso restos de pintura sobre el cuarto de esfera del mihrab, que retoman temas vegetales de roleos y hojas de vid. Junto al mihrab se yergue el mimbar del S. IX, el más antiguo del mundo islámico, confeccionado a base de madera de teca.
El patio o Sahn presenta pórticos o riwaqs, sostenidos por columnas de pórfido y granito, reaprovechadas de los restos constructivos de la antigua Cartago. También al exterior se levanta el alminar, de planta cuadrada y tres cuerpos en altura, situado simiétricamente en el centro del muro exterior que se halla enfrente de la entrada al haram.
En conjunto la mezquita de Qayrawan constituye uno de los edificios más importantes de este periodo, por su enorme influjo sobre una amplia zona. Resulta un edificio singular y por ello de una enorme personalidad, si bien se dejan entrever sus complejas influencias: por un lado la de tradición omeya, que vendría dada por su alminar cuadrado; la piedra sillar utilizada como aparejo; el sistema de soportes; algunos elementos ornamentales y en general su concepción espacial, diáfana y abierta. Pero no falta tampoco el influjo abbasi, manifiestado en la planta en forma de “T”, que ya se había utilizado en la ampliación de la Mezquita de Al Aqsa (Jerusalén), y que volverá a utilizarse en la ampliación del haram de Halkam II de la Mezquita de Córdoba, así como en la utilización de cúpulas sobre trompas y en la decoración de cerámica de reflejo dorado.
La Cúpula de la Roca es uno de los edificios sagrados del Islam. Se halla situada en la llamada Explanada de las Mezquitas (Haram al-Sharif) de la ciudad sagrada de Jerusalén, aunque también coincide con el lugar en el que se centraba el Templo de Salomón. No es de extrañar por ello que resulte un lugar especialmente conflictivo para la convivencia en la misma ciudad de judíos y musulmanes. Se la conoce también como Mezquita de Umar (aunque no se trate propiamente de una mezquita), en honor a Umar (segundo califa del Islam después de Abu Bakr, a su vez sucesor de Mahoma a su muerte), pues rezó justamente en este lugar después de la conquista de Jerusalén por los musulmanes.
La obra no obstante se levanta en tiempos de Abd al Malik, como una forma de afirmación propagandística en plena Jerusalén del poder del Islam sobre las otras religiones del Libro, así como principalmente como un lugar de conmemoración de la ascensión de Mahoma a los cielos, que se produce desde la Roca que se venera en el centro del edificio y en la que la tradición considera que aún se halla la huella de un pie del profeta. Estamos por tanto en una primera fase de la formación del imperio islámico y por ello la Mezquita de la Roca es el monumento más antiguo del Islam, razón que también contribuye a su especial veneración.
El lugar por tanto acumula numerosos simbolismos religiosos de un enorme alcance espiritual, aunque también propagandístico pues como hemos dicho coincide en el mismo solar la veneración musulmana junto a la judía, que aparte de localizar allí su templo más emblemático, era también el punto en el que Abraham afrontó el sacrificio fallido de Isaac. Sin olvidar que la Cúpula de la Roca también está próxima a la Iglesia del Santo Sepulcro, donde la tradición cristiana sitúa la sepultura de Cristo.
Por todas estas razones la construcción del edificio asume un carácter esencialmente conmemorativo, lo que explica su solución arquitectónica, a la que habría que añadir el enorme alcance de la influencia bizantina sobre el balbuciente arte del Islam de aquellos primeros momentos, de ahí el diseño de un edificio de planta centralizada, al modo de los martyrium paleocristianos y bizantinos. De hecho la Cúpula de la Roca es fácil de emparentar con otras construcciones similares como el Santo Sepulcro de Jerusalén o San Vital de Rávena, y es más que probable que fuera obra de un arquitecto bizantino.
Consta de una planta octogonal, con cuatro puertas abiertas a cada uno de los puntos cardinales. Alrededor de la roca sagrada de disponen dos anillos o círculos de soportes, que alternan pilares y columnas. El primer anillo rodea la Roca y el segundo abre a través de su arquería un doble deambulatorio, que tendría una función procesional. Remata el conjunto una cúpula formada por un doble casquete de madera, que alcanza los 54 m. de diámetro y los 36 m. de altura en su clave, y que se recubre al exterior por planchas de cobre de un efecto lumínico rutilante. Se sostiene gracias al doble sistema de apoyos de los dos deambulatorios, de tal forma que apea directamente sobre el primer círculo de soportes (16 arcos, que vienen a recaer sobre 4 pilares y 12 columnas), y contrarresta su peso hacia el exterior por medio del segundo círculo de apoyos (24 arcos que reposan en 8 pilares y 16 columnas).
En cuanto al revestimiento mural exterior es realmente espectacular, advirtiéndose de nuevo la influencia bizantina, en la técnica y la temática: se utilizan mosaicos de cristal con fondo de oro, que sólo se conservan en las albanegas de los arcos y en la parte inferior del tambor de la cúpula. Los motivos son vegetales muy naturalistas, con representaciones de coronas votivas, diademas y joyas de clara raigambre bizantina (San Vital), a lo que se añade un largo friso epigráfico con la fecha de terminación del edificio (691) y textos coránicos. Sin olvidar el efecto decorativo y efectista de la cúpula, a la que ya hemos hecho alusión, que inicia la tradición islámica de utilizar los efectos de luz (en este caso los brillos de luz), no sólo como recurso ornamental, sino como efecto de desmaterialización arquitectónica, elemento éste imbricado en la tendencia arquitectónica musulmana de encubrir el trabajo del hombre cuando se trata de honrar a Alá.
Como complemento a esta construcción de carácter procesional y que por tanto recordamos que no es una mezquita, se construye junto a ella y por tanto en la misma explanada del antiguo templo de Salomón, la Mezquita de Al-Aqsa, levantada en tiempos de Al Walid, a principios del S. VIII (707-709), y cuya planta de sala hipóstila marca la tipología característica de las primeras grandes mezquitas del mundo islámico, como las de Córdoba o Qayrawan (Túnez).
Capiteles de ataurique, de mocárabes y de avispero:
Arcos de herradura, de herradura apuntado, polilobulados y mixtilíneos:
Cúpulas de media naranja, bulbosa, gallonada, de nervios cruzados, avenerada y de mocárabes: Decoración de ataurique: Decoración de lacería: Decoración epigráfica: