domingo, 14 de noviembre de 2010

Puente de Alcántara (Cáceres), 101-104 d C.



El arte romano es de una acusada personalidad, sobre todo en arquitectura e ingeniería, que por su carácter utilitario es el arte que más va al temperamento práctico de los romanos. El pueblo romano desarrolló un arquitectura urbanística y de ingeniería necesaria para la nueva sociedad basada en la ciudad y en la extensión de su Imperio. El Imperio romano necesitaba vía de comunicación, sin las cuales no podía mantener el Imperio. Esta calzadas salvaban grandes obstáculos orográficos gracias, a lo que será clave en la ingeniería constructiva romana: el arco. El puente de Alcántara es una de las manifestaciones más significativas de esta labor constructora. Se hizo a expensas de once municipios de Lusitania, bajo la dirección de Cayo Julio Lacer, reinando Trajano, en la vía de Norba (Cáceres) a Conimbriga (Condeixa-a-Velha).
Análisis formal de la obra. El puente romano, y más concretamente el de Alcántara (al-qantara significa en árabe “el puente”) sobre el río Tajo, es el máximo ejemplo que puede proponerse sobre la utilización de la piedra, sillería de granito en este caso, para grandes obras públicas. Sus medidas son 194 X 8 X48, la longitud de 194 m. no es muy grande ( el de Mérida alcanza 1Km) pero sí su altura de casi 70 m. que es impresionante. La gran luz de sus arcos (27,34 para el 3º y 28,60 m para el 4º, y son los que permiten el paso habitual del agua) provoca problemas que los romanos resolvieron recurriendo a arcos levemente elípticos con los que ampliaron su alcance horizontal sin requerir más altura. El puente esta formado por seis arcos de medio punto, que salvan una distancia de entre 194 y 214 metros, apoyados sobre pilares rectangulares (12,20 m. por 8,3 m.) y tienen tajamares triangulares adosados de forma pentagonal. Descansan directamente sobre la roca de pizarra, que fue alisada para soportar los sillares a la perfección. Estas medidas y formas no fueron producto del capricho, sino de la necesidad de salvar un profundo cauce con crecidas de caudal importantes. La fábrica del puente es magnífica, de sillares de granito almohadillados(opus cuadratum) colocados en seco a soga y tizón, en algunas ocasiones unidos por grapas metálicas.
Es horizontal, diferente a la mayoría de puentes romanos que tienen un perfil acodado (desde el centro se desciende hacia cada una de las orillas). Sin embargo, el problema mayor, que no pudieron resolver sus constructores romanos, fue el de la rigidez física de sus estructuras. La piedra, en este caso sillería granítica almohadillada, no admite apenas flexibilidad y ello obliga a que los arcos sean sólidos, indeformables y no excesivamente abiertos, para poder resistir cualquier peso. Por eso los puentes romanos son macizos de estructura y de aspecto, aunque el de Alcántara en su insólita esbeltez resulte una excepción.
Sobre el pilar central, de 9 m. de grosor, se levanta un arco triunfal dedicado a Trajano, el emperador que ordenó la construcción del puente en el año 106 d. C. El arco es de un solo vano flanqueado de pilastras áticas y coronado por un friso con un adarve el siglo XVI, donde por uno y otro lado hay un tablero de mármol con inscripción del año 105 al 106 de J. C. dedicada a Trajano, más otras dos por lado en el frente de los machones (que seguramente formarían cada par una sola inscripción repetida), pero de las que sólo se conserva una donde aparecen los nombres de los municipios de Lusitania que contribuyeron a la obra, Igaeditani, Lancienses, Oppidani, Talori, Interannienses, etc., lo que demuestra que el puente no fue obra del Estado sino comunal. Finalmente el arco de Triunfo ostenta el escudo del águila bicéfala, colocada aquí en tiempo de Carlos V.
Igualmente, el puente tiene en su entrada un pequeño templete in antis de granito almohadillado, dedicado al propio puente divinizado; en él se practicaba un culto especial en agradecimiento de los servicios prestados al viajero por aquella construcción que le evitaba un largo rodeo, así como al ingeniero del mismo, Cayo Julio Lacer, cristianizado en la Edad Media con el nombre de San Julián. Entonces le añadió una espadaña y una cruz apoyada sobre cuatro calaveras de granito.

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