lunes, 11 de abril de 2011

Caravaggio, La cena de Emaús, 1601


Las obras de Caravaggio inauguran una nueva forma de ver y entender la pintura. Revolucionario y heterodoxo, sus cuadros son de una profundidad insuperable, pese a que en apariencia estén llenas de tipos populares, que tan bien conocía por su gusto por el mundo del hampa, trascienden hasta convertirse en figuras sagradas, envueltas en una luz mágica que, a la vez que compone y da sentido a las escenas, es capaz de materializar cualquier clase de superficie y materia.
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