Un complemento a las clases de Historia del Arte del IES Murgi, de El Ejido (Almería).
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domingo, 31 de octubre de 2010
Fidias en el Partenón II: Las metopas. Centauromaquia.Época Clásica
Fidias en el Partenón: Friso de las Panateneas, Etapa Clásica (447- 423 a de C.)
Hablar de la escultura griega clásica, en este caso del relieve, es hablar del origen del arte occidental. Estos relieves son uno de los máximos exponentes de dicha cultura y civilización, y por lo tanto, un "hito" en la Historia de la Humanidad puesto que esta civilización ha sido, y continua siendo, la más preponderante.
Siempre se ha dicho que la escultura griega es el reflejo de su pensamiento y de su filosofía, basada en la idea de que “el hombre es la medida de todas las cosas“, y una de estas manifestaciones, son estos relieves del periodo clásico griego. Su gran representante es Fidias, el autor de estos relieves del Partenón de Atenas, considerado tanto en su época, como posteriormente, un gran genio escultórico que no tendrá parangón hasta la época del Renacimiento con la figura de Miguel Angel.
La construcción del Partenón, así como la elección como escultor de su amigo Fidias, fue realizada por Periclés, gobernador de Atenas y máximo representante de su sistema democrático, que en el año 448 a. de J.C. trató de que la belleza del Partenón sirviera de testimonio de la altura cultural de Atenas, principal ciudad de la Liga de Delos, que acababa de vencer en las guerras Médicas a los temidos Persas.
Los relieves del Partenón son unos de los ejemplos más relevantes de escultura monumental de todos los tiempos. El conjunto de estos relieves que adornaban los frontones y las métopas del exterior del edificio, y el friso interno, fueron encargados a Fidias, incluida la grandiosa estatua de la diosa Atenea de su interior. Fidias creó todo el diseño del Partenón y realizó sus trabajos junto con su taller, desde 447 al 432 a. J.C.
La magnificencia de su escultura cuyas características son: la grave serenidad de los rostros, los ampulosos, elegantes y naturales ropajes y la sinuosa composición, que se inserta en un esquema triangular muy riguroso. También su escultura va a romper con gran parte de los convencionalismos de la época arcaica y se va a acercar a la idea de humanismo griego, basado en el ideal de belleza clásico donde la proporción y la medida queda reflejada en el cuerpo de un hombre joven cuyos sentimientos no son manifestados, ya que su aspiración es llegar a convertirse, mediante la razón, en un héroe capaz de equiparse a los dioses.
Conviene recordar que todo el trabajo escultórico se policromaba en Grecia, con lo que la experiencia estética sería muy distinta a la actual ya que estamos acostumbrados a verla limpia de color.
Fidias, realizó un gran trabajo en el friso que rodea el templo, muestra de ello es el fragmento del friso oriental que presenta esta ilustración. El friso tiene ciento sesenta metros de pared y un alto de un metro, donde, siguiendo un esquema repetitivo, se representa en procesión una sucesión de personas reunidas por categorías homogéneas y dedicadas a la misma ocupación; pero no hay dos figuras que sean iguales ni que rompan con el naturalismo requerido. Los rostros son captados con diferentes expresiones pero siempre serenas -a modo de dioses-, los vestidos dan sensación de naturalidad absoluta y dejan ver la anatomía atlética masculina –estética propia del mundo heleno, como ya se ha dicho-.
En cambio, donde Fidias presenta su inigualable maestría es en los frontones por la monumental de su composición triangular. En dichos frontones no existe la antigua adaptación al marco arquitectónico sino una verdadera creación espacial; las figuras adquieren libertad de movimiento junto con una expresión y actitud serena, ya que lo que se representa no es la vida de los seres humanos, mortales, sino el mundo de los inmortales dioses.
Es en las metopas donde se representa el movimiento, más o menos violento, unido a gestos más expresivos, puesto que en dichas tallas se esculpirán las batallas míticas entre los dioses, los héroes y los humanos; es aquí donde aparecen más diferencias en la calidad de las tallas, según la maestría del escultor del taller de Fidias que las realizaba.
El material que se uso era de gran calidad, las mejores placas de mármol del Pentélico. La técnica escultórica empleada se basaba en la combinación de los distintos tipos de relieve: rehundido, bajo, medio y alto relieves -incluso aparece verdadera escultura exenta que surge del muro-. La técnica de resaltar la anatomía del cuerpo debajo de la vestimenta, o técnica de paños mojados, es la que va a encumbrar la figura de Fidias a la fama o al Olimpo de sus dioses, como gran escultor que va a ser imitado durante todos los tiempos.
En cuanto al diseño del friso interior, este fue un gran desafío para Fidias; Puesto que en un templo de orden dórico, realizado por Ictinos y Calícrates que escogieron la tipología de templo períptero, con dos pórticos, el artista lo esculpió con un friso corrido decorado, como en el orden jónico, sustituyendo el clásico friso liso de origen dórico. Este friso interior, junto con los dos frontones y las metopas, le llevo a diseñar la completa decoración del templo, con un grandioso programa iconográfico dedicado a la deidad, de esta manera esta representada la vida de Atenea: nacimiento, hazañas, victorias,….
El tema elegido en este fragmento de friso, de la parte oriental, es el de la procesión de las oferentes a la diosa o panateneas. En dicha procesión, además de las panateneas, aparecen: jinetes, carros, jóvenes y muchachas portando ofrendas que convergían en una asamblea de dioses y héroes. Estas panateneas oferentes portaban un gran paño plegado para la diosa, quizás el peplo para engalanar y vestir la estatua de Atenea que se hallaba en el interior del templo. Esta procesión debía recordar a los atenienses la gran procesión panathenáica que, en honor a la diosa, se celebraba regularmente, cada cuatro años, junto al friso esculpido, y que conmemoraba la victoria de Maratón. Esta idea de procesión esculpida tiene su antecedente, pero no en Grecia sino, con gran probabilidad, en el palacio de Persépolis, capital del Imperio Persa; dónde habían trabajado como esclavos numerosos griegos, y que también conocían muchos comerciantes. En estas tradicionales ceremonias anuales se entregaban a los emperadores persas el pago de los distintos tributos (como comenta Susan Woodford )
En este fragmento de friso, la imagen presentada viene a singularizar las características anteriores; Pertenece a la parte oriental o Este, dónde la procesión esta llegando a su fin, y unas muchachas junto a sacerdotes y magistrados -vestidos para el evento con túnicas y peplos-, llevan el explendido peplo como regalo a la diosa. Todo ello es contemplado por los dioses que permanecerán sentados, mientras el resto de los personajes están de pié, y todos de forma distendida comunican sus impresiones de manera natural. Es esta zona oriental es la principal, por donde sale el sol, y es por lo que en dicho frontón, Fidias esculpirá el nacimiento de la diosa.
Conviene recordar que todo el trabajo escultórico se policromaba en Grecia, con lo que la experiencia estética sería muy distinta a la actual ya que estamos acostumbrados a verla hoy limpia de color.
El arte de Fidias aunque represente el naturalismo griego es difícil de realizar y de entender sin tener las claves del pensamiento clásico; La eterna juventud como ideal de belleza, la triunfal serenidad moral de sus esculturas, que no representan sentimientos humanos sino impasible divinidad, es a través de estos conceptos de dónde se ha sacado el calificativo dado a Fidias como escultor de dioses, que ya le otorgaban en su época.
Los fragmentos originales de las esculturas del Partenón se hayan diseminados por numerosos museos – Británico, Louvre, Acrópolis,…- desde que Lord Elgin decidió recuperarlos y conservarlos para que no se perdieran. El edificio había sufrido numerosas vicisitudes: convertido en iglesia, mezquita, las más dañinas fueron la explosión de 1687 por los turcos, y sobre todo el expolio museístico mas reciente. Posteriormente a la independencia griega dichos restos han estado mejor conservados y se ha realizado numerosos esfuerzos para reconstruir la colina de la Acrópolis. Pero, para su conservación y reconstrucción, hay que valerse de los numerosos escritos, copias (desde las romanas) y algunos restos arqueológicos originales, de entre los que se destaca este de la imagen que es el friso de las Panateneas, que se encuentra en el British Museum de Londres.
miércoles, 27 de octubre de 2010
Discóbolo, Mirón, Periodo Severo final, 455 a de C.
El Auriga de Delfos, Pythágoras de Rhegion, Período Severo, (480-450 a de C.)
Tiranicidas, Periodo Severo, 476 a de c
En la primera mitad del S. V a.c se asiste a una evolución de la escultura que va a liberarse progresivamente de la rigidez y el estatismo del período arcáico, desarrollando pautas y criterios más ágiles y dinámicos que anticipan ya lo que habrá de ser el pleno Clasicismo de la mitad del Siglo. También se emplean más variedad de materiales, como el bronce o el mármol, y también mayor diversidad temática. Es lo que llamamos época Protoclásica o del Clasicismo Severo, que antecede al Clasicismo Pleno de mediados del S. V a.c.
El grupo escultórico que hoy estudiamos está realizado por el escultor griego Kritio y el broncista Nesiotes en la época protoclásica del arte griego a la que ya hemos hecho alusion. La pieza es de tamaño natural y está formada por dos figuras cuyos originales fueron realizados en bronce, pero que son únicamente conocidos a través de copias romanas en mármol. Las copias de las figuras nunca se han encontrado juntas, de modo que la composición de las dos piezas como tal grupo escultórico debe considerarse una interpretación moderna, aunque está basada en imágenes parecidas de la cerámica ática y por lo tanto debe ser considerada fidedigna. De hecho, Nesiotes parece ser que pretendía reproducir un mismo grupo escultórico anterior realizado por Anténor, que habían saqueado los persas
Las estatuas son retratos ideales de los ciudadanos atenienses Harmodio y Aristogitón, quienes atentaron en el 514 a.C. contra la vida de los tiranos de la ciudad, los hermanos Hipias e Hiparcos. El hecho aconteció durante las fiestas de las Panateneas: Harmodio y Aristogitón intentaron asesinar a ambos gobernantes, pero tan sólo consiguieron dar muerte a Hiparcos. Los dos asesinos acabarian muertos, el más joven, Harmodio, en la escaramuza que siguió al asesinato, y el otro, Aristogitón, ajusticiado poco después. Cuatro años más tarde, tras la muerte natural de Hipias, se estableció en Atenas un gobierno democrático y los dos tiranicidas fueron considerados un símbolo de la lucha de los atenienses contra la tiranía
Ya hemos comentado que se trata de una copia romana, pero que nos permite estudiar perfectamente uno de los grupos escultóricos más importantes de la escultura griega en general y en particular de las previas al período clásico.
La obra aporta novedades muy interesantes. La primera es que se multiplican los puntos de vista de la figura, ganando en dinamismo y movilidad. Evidentemente el hecho de que se trate de un grupo y no de una sola figura contribuye a ello, pero ya es un cambio respecto a la época arcáica. Dos razones obligaron a esta nueva concepción de la escultura: de una parte su disposición en medio del Ágora y además con la intención de exaltarla como símbolo de la democracia, lo cual exigía una disposición que permitiera verla a todo el mundo y desde todos los ángulos además; por otra parte el tema y el material (bronce), contribuyen a subrayar el carácter violento de la representación en la que ambas figuras se abalanzan hacia el frente, Aristogitón con la espada en alto y Harmodio que llevaría otra (hoy perdida) con la que se adelanta en su acción.
Por la misma razón, la anatomia se precisa, exagerando el volumen y la tensión de las musculaturas, con todos sus rasgos muy marcados y vigorosos.
Es interesante también comprobar cómo el sentido de la composición gana en complejidad al tratarse de un grupo escultórico y al tener en cuenta la multiplicida de ángulos de visión. Así se compensa en uno y otro la posición de las piernas y de los brazos. En una composición global en ángulo que avanza hacia el espectador, lo que termina de remarcar esa sensación de abalanzamiento, propia de la acción que se quiere representar.
En cuanto a la expresión, la representación de los rostros sigue en cierto modo idealizada y sin fijar su ethos, puesto que no hay una conexión lógica entre la acción violenta que se desarrolla y esos rostros de gestos sonrientes e inertes. Al fin y al cabo es un símbolo, y como tal, la expresión ha de estar por encima de las pasiones humanas.
La consecuencia por tanto en visperas de aproximarnos a la obra plena de Fidias, Mirón o Policleto, es la conquista de un mayor grado de movimiento en la escultura, un mayor realismo en las anatomías, una mayor complejidad compositiva, y un tratamiento expresivo que si por una parte transmite la sensación violenta de la escena a través de la fuerza contenida de las musculaturas, por otro conserva una idealizacion en los rostros, poco acorde con la acción representada, pero que sin embargo perdurará como un ethos característico de la escultura a lo largo de todo el periodo clásico.
El Poseidón de Artemision, Periodo Severo, 470- 460 a de C.
El Clasicismo Severo podemos considerarlo como el umbral del periodo Clásico propiamente dicho, una fase que arranca en los albores del S. V a.c. y que hasta que eclosione en plenitud a mitad de siglo va estableciendo los criterios que harán grande la escultura clásica. Por tanto es una fase en la que progresivamente la escultura se libera de la rigidez y el estatismo del período Arcaico, avanza paulatinamente el concepto del movimiento en la escultura, como consecuencia se van multiplicando los puntos de vista de la pieza y en general se advierte un progreso ya sin retorno hacia el pleno naturalismo formal. No así en el caso de la expresión gestual, que sigue inmersa en un idealismo que igualmente será seña de identidad del Clasicismo Pleno.
Entre las obras que ejemplifican este periodo podríamos recordar el Auriga de Delfos o el Grupo de los Tiranicidas, obras a las que podríamos añadir la que hoy nos ocupa, una de las más bellas que se han conservado: El Poseidón de Artemisión.
Se trata de una escultura de bronce hallada en las profundidades del mar en 1928, concretamente cerca del Cabo Artemisión, al norte de la isla de Eubea, de ahí su nombre. Procedía del cargamento de un barco que se hundió con otras piezas, tal vez procedentes del norte de Grecia, de las que se pudieron salvar aparte de este Poseidón, otras piezas helenísticas como por ejemplo El niño a caballo del Museo Nacional de Atenas.
La obra se fecha a comienzos del S. V a.c., en su primer tercio, entre otras cosas porque responde a la perfección a las características que definen el Periodo Severo y que acabamos de comentar: La figura goza de una gran estabilidad, que sin embargo no deriva en rigidez; presenta varios puntos de visión, aunque el sentido del movimiento sea limitado todavía, en este caso conseguido a base del doble juego de líneas que marcan las piernas, rostro y brazos mirando lateralmente, y el cuerpo en disposición frontal. También es característico el naturalismo anatómico ya de un marcado realismo, anticipo de la perfección anatómica del Doríforo, por ejemplo, lo mismo que la sobriedad de la musculatura, el detallismo tan realista en el trabajo de la barba y el cabello, y en general ese tono mesurado y sencillo que en realidad es el que da el nombre de "severo" a este momento de la escultura griega. También la expresión gestual, dominada por el ethos clásico se halla en la línea de este momento artístico.
Sabemos además que se trata de la figura de un dios por su canon (2’09 m.), mucho mayor que el que solía ser habitual en la representación de los mortales (1’80 m.) y de los héroes (1’90 m.). Por tanto está claro que es una divinidad, lo que no lo está tanto es de qué deidad se trata. Y de hecho al respecto ha habido no poca polémica porque hay quien lo considera una representación de Poseidón, el dios del mar, en cuyo caso en su mano derecha portaría su fundamento iconográfico característico, el tridente, y hay quien por el contrario defiende la teoría de que se trata de una representación de Zeus, en cuyo caso lo que llevaría en la mano sería un haz de rayos y no un tridente. Se apoyan estos últimos en la idea de que de tratarse de un tridente lo que llevara en la mano a la figura le ocultaría la cara, por lo que deducen que se trataría de un objeto menos alargado. De todas formas la posición del brazo y el gesto de la figura no parecen las más naturales para tirar los rayos de arriba abajo como hace Zeus en sus representaciones, por lo que a pesar de las diatribas la mayoría de los autores siguen considerando a esta imagen representación de Poseidón. Por otra parte el tridente ocultaría en parte el rostro sólo si miramos la figura de frente, de tal forma que ello mismo nos obligaría a girar alrededor de la imagen hasta observarle el rostro frontalmente, lo que en tal caso sería un recurso inteligente para multiplicar los puntos de vista de la escultura y completar su sensación de volumen.
Formalmente y aparte de responder como ya hemos explicado a los criterios propios del Periodo Severo, la escultura tiene también su propia aportación. En primer lugar es un perfecto ejemplo de la proporción, reducida a número, que define la estatuaria clásica, pero en este caso ya no sólo por el tamaño de la cabeza en relación al cuerpo, sino porque la estatua se inscribe en un perfecto cuadrado, de tal forma que la anchura que marcan los brazos es igual (con un solo centímetro de diferencia) que la altura de la cabeza a los pies. En este caso, más que en otros, número y belleza se alían en un mismo concepto estético.
Aún así, y a pesar de lo que acabamos de decir, no deja de ser curiosa la desproporción de los pies, muy grandes los dos, especialmente del que apoya completamente en el suelo, si bien en este caso con ello se otorga mayor estabilidad a la figura. La misma razón, la de una composición equilibrada, es la que explicaría también que el brazo izquierdo sea ligeramente más largo que el derecho. Factores estos últimos que serían impensables en el Clasicismo Pleno, pero que se advierten todavía en esta fase de maduración que es el Periodo Severo.
En cuanto al gesto en sí, identifica a Poseidón en un momento de pausa, en un instante de quietud anticipo de su furia desatada. Es bastante habitual en la estatuaria griega esta forma de representación del ritmos, porque es cierto que la agitación y el movimiento desbordado queda mejor representado en ese instante detenido, en esa pausa inerte, pero que en realidad es la expresión misma de la furia contenida. Un recurso por otra parte, idóneo si como en el Periodo Severo los medios para conseguir el efecto del movimiento se hallaban aún un tanto limitados.
De todas formas nos quedamos con la imagen imponente y a la vez serena, sobria y al mismo tiempo poderosa, firme y sencilla, de este Poseidón, que lo convierte en un ejemplo realmente hermoso de plenitud y belleza.
Bronces de Riace, Periodo Severo (480-450 a de C.)
Se trata de dos esculturas que se mantuvieron en el fondo del mar, sumergidas a ocho metros de profundidad durante unos 2400 años, hasta su descubrimiento casual por un buzo de la zona en 1972. Desde entonces, los guerreros de Riace (localidad más cercana al hallazgo) han pasado a ser incluidos en todas las historias del arte, como prueba de la excelencia a la que llegó la escultura griega en el siglo V a.C. Y no es para menos. Estamos tan acostumbrados a recrear en nuestros cerebros la esculturas griegas que, habitualmente, las imaginamos realizadas en mármol. La razón es bien sencilla: la mayoría de esas obras nos es conocida no por sus originales, sino por copias romanas hechas en piedra, en el mármol que tanto gustaba a los romanos.
Y sin embargo como estas dos esculturas y algunas otras (el áuriga de Delfos o el Poseidón del cabo Artemisio) vienen a demostrar, entre los escultores griegos estuvo muy difundida (sobe todo en los inicios de la época clásica, primera mitad del siglo V a.C.) la realización de obras en bronce, empleando para ello técnicas diversas, entre las que se encontraba la de la cera perdida, usada en ambas estatuas. No obstante, es muy posible que dado su tamaño se recurriese a elaborar por separado las distintas partes de cada una, soldándolas luego. En efecto, lo primero que llama la atención es el tamaño de los dos bronces, algo mayor que el natural: 1,98 metros en un caso y 2 metros en el otro. Ambos nos presentan sendos guerreros completamente desnudos, los cuales muestran ya algunas de las características más destacadas de la escultura griega clásica: la diartrosis (remarcamiento de los pliegues inguinales y pectorales) y el contrapposto, esa leve flexión de la pierna izquierda que se adelanta levemente a la derecha y facilita un suave giro del personaje sobre si mismo.
Por lo demás, quienes labraron los bronces de Riace se preocuparon por mostrarnos con detalle muchos de sus rasgos anatómicos, de manera que los músculos, los tendones e incluso algunas venas quedan bien visibles al espectador, mostrando además una interesante labra del cabello y la barba. La tensión corporal que transmiten se corresponde con esa denominación de "guerreros" asentada, por otra parte, en la circustancia de que ambas piezas poseían originariamente un escudo (hoy perdido) en su brazo izquierdo, que queda flexionado casi en ángulo recto, al tiempo que en el derecho deberían portar algún tipo de armamento. El denominado "guerrero A" muestra una diadema que ciñe su cabello, mientras que el "guerrero B" aparentemente de mayor edad, cubre su cabeza con un ceñido gorro que, por su apariencia, podría ser de cuero. Finalmente, para acentuar los rasgos expresivos del rostro, los escultores empelaron otros materiales: plata (en la dentadura del guerrero A), cobre (en los labios) y marfil (en las órbitas de los ojos).
Existe una gran polémica entre los investigadores respecto al destino de tan colosales estatuas y, sobre todo, en cuanto a la determinación de quiénes pudieran ser los representados. Para unos, se trataría de atletas triunfantes, mientras que otros consideran que representan personajes heroicos o mitológicos. Igual controversia existe en cuanto a los posibles autores de las dos estatuas. Nunca sabremos si fueron broncistas sicilianos, áticos o peloponésicos los que las fundieron y no falta quien se atreve a asignarles un autor conocido, ya sea éste Pitagoras de Rhegion (un artista que trabajó en la ciudad más próxima al hallazgo), Mirón o, incluso, el mismo Fidias. Pero sí hay mayor acuerdo en que ambos personajes fueron realizados en momentos diferentes: el guerrero A correspondería a la primera mitad del siglo V y sus características específicas permiten enclavarlo en el denominado estilo severo, mientras que el guerrero B es algo posterior, de la segunda mitad de dicho siglo y puede ser ya considerado paradigmático del estilo clásico propiamente dicho.
Unos treinta años marcarían pues los diferentes momentos de realización de estas dos obras, pero en ese tiempo la escultura griega había experimentado importantes transformaciones respecto a sus ideales estéticos, aunque una constante se mantuvo siempre presente: el elevado interés por la figura humana, mostrada con rasgos naturalistas pero sin perder una cierta tendencia a la idealización de los representados, porque se trata de guerreros perfectos, lo mejor de la raza humana.
Relieves del templo de la diosa Afaia en Egina, 510-500 a. de C.
El templo de Afaia, en la isla de Egina, es uno de los templos paradigmáticos del ideal de belleza que caracteriza la arquitectura griega, y uno de los más bellos ejemplos de los ideales de armonia, proporción, perfección y equilibrio del primer clasicismo griego. El templo está dedicado a la diosa Afaia, la invisible, muy relacionada con el mundo de la pesca al que tan vinculados estaban los habitantes de Egina, y que según la mitología se hizo invisible para huir de los hombres que la perseguían por su belleza, primero del rey Minos, que la hizo arrojarse al mar, y después del pescador que la rescató y que se enamoró perdidamente de ella.
También se supo a través de su ejemplo de la decoración colorista de los templos griegos. En efecto, los restos conservados permiten conocer la policromía de sus esculturas, pero también de sus elementos arquitectónicos, con tonos de rojo y negro en los dinteles del entablamento, relieves en bronce o madera en las metopas, y los frontones con fondo de color azul.
El templo de Afaia se completa con el estudio de sus dos frontones, dispuestos en los lados oriental y occidental del templo. Sus esculturas fueron descubiertas casualmente por el mencionado Robert Cockerell en 1811, sorprendiendo, especialmente las del lado oriental, por la calidad del material (mármol de Paros) y la pulcritud y perfección de las tallas, que dadas las fechas, entre finales del S. VI a.c. y principios del S. V a.c. resultan un eslabón avanzado entre la escultura arcaica y las primeras muestras de un incipiente clasicismo.
Ambos frontones contaban con acróteras en los laterales y el centro, representando esfinges y figuras femeninas. Las imágenes de ambos frontones no responden a un miso estilo, de tal forma que las más antiguas, todavía relacionadas con la estatuaria del periodo arcaico, son las del frontón occidental, mientras que las del oriental han dado ya un salto estilístico muy notable que las aproximan al arte clásico, lo que ocurre en apenas veinte años, el lapso transcurrido entre su primera ejecución y su terminación, interrumpida tal vez por el deterioro provocado por un seísmo.
Se representa en ellos a los dioses frente a los troyanos, en una clara alusión al éxito legendario de los griegos en la Guerra de Troya, en la que hasta los dioses estaban de su parte. En el oriental y bajo la autoridad de Atenea, que domina como eje central la composición, es Hércules el que se enfrenta contra Laomedonte, rey de Troya y padre de Príamo, su sucesor. En el occidental, también dominado desde el centro de la composición por la misma Atenea, Teucro y Ayax, dirigidos por Agamenón, se enfrentan a los troyanos.
Las imágenes también estarían pintadas, con colores muy vistosos, aunque se perderían definitivamente por culpa de la restauración poco afortunada que de las estatuas hiciera B. Thordvaldsen, empeñado como la mayoría de los escultores neoclásicos en reducir las imágenes al tono blanco de su prístino mármol. El color indudablemente potenciaría su realismo, muy conseguido en todas las imágenes del frontón, y muy especialmente en las figuras anónimas, en las que su disposición tan natural, a pesar de tener que adptarse al marco arquitectónico del frontón, y sus gestos, a veces de gran sentimiento y humanidad, las convierten en las primeras esculturas propiamente clásicas. Especialmente las del lado oriental, como hemos indicado, de las que sería su mejor ejemplo el famoso guerrero moribundo de la esquina izquierda del frontón.
martes, 26 de octubre de 2010
Korai, Época Arcaica (siglos VIII-VI a de C.)
Las “korai”son mujeres sacerdotisas que responden a los mismos condicionantes estéticos que los “kouroi”: rigidez, frontalidad, hieratismo, simetría, geometrización de sus rasgos y partes, estáticas, etc.
La diferencia principal es que éstas aparecen siempre vestidas, envueltas en una larga y ceñida túnica (chitón o jitón), sobre la cual hay un manto (himation) o un corto chal (peplos), piezas que formaban pliegues más o menos geométricos, dispuestos en paralelo, zigzag o en tipo abanico.
Se comentan por tanto prácticamente igual, y algunos ejemplos de ellas podemos verlos aquí:
Kuroi, Época Arcaica (siglos VIII-VI a de C.)
Algunos ejemplos de estos kuroi los tenemos a continuación:
martes, 19 de octubre de 2010
Altar de Zeus en Pérgamo, 180 a. de C.
Teatro de Epidauro, Policleto el Joven, 330 a de C.
El origen del teatro en la antigua Grecia está intimamente ligado al culto a Dionisio, de tal forma que cuando se acercaban las fiestas dionisiacas los autores dramáticos y de comedias presentaban su obras a los arcontes, que escogían a tres autores cómicos y tres trágicos, de los cuales un jurado escogido al azar designaba a los dos ganadores. A partir de ese momento los coregas, pertenecientes a la ciudadanía nobiliar, elegían actores y formaban el coro. Más adelante las representaciones teatrales fueron diversificando sus representaciones sin circunscribirse exclusivamente al culto a Dionisio, organizándose también concursos, y representaciones dedicadas a otros dioses y festividades.
Para los griegos el teatro resultó ser una de sus principales diversiones, en las obras apreciaban su lectura moral, que les servía como una educación en valores y por otro lado disfrutaban también de las críticas que se hacían de la autoridad y de los poderosos. En Grecia asistían al teatro todos los habitantes a excepción de los esclavos, incluidas las mujeres, que no obstante eran mal vistas en determinadas representaciones que pudieran ser más frívolas. Las obras duraban todo el día, o al menos hasta que perduraba la luz solar, por ello el público asistía con comida o bebida y durante la obra aplaudía, pateaba, gritaba, pitaba, pero siempre en un ambiente bullicioso y alegre. Las representaciones al parecer eran gratuitas, al menos al principio, más tarde se fue pagando una cantidad para sufragar gastos. En cualquier caso, las diferencias sociales quedaban perfectamente establecidas en la distribución del público por el graderío: los primeros anillos alrededor de la orchestra, con asientos de piedra con brazos y respaldo, quedaba reservado a las autoridades; hasta el diazoma o pasillo intermedio se ocupaba por los ciudadanos de clases medias, y la parte superior por las clases más humildes.
La importancia del teatro en Grecia explica que toda ciudad que se preciara contara con el suyo. Al principio se localizaban aprovechando laderas naturales que sirvieran de graderío, con posterioridad se empezaron a construir de madera, y ya a partir del S. IV a.c. se generaliza un modelo constructivo común realizado en piedra. Aún así, seguía siendo un espacio abierto, en el que las representaciones se efectuaban al aire libre, siendo uno de sus principales logros la perfecta acústica que permitía oír la voz de los actores con claridad desde cualquier punto del teatro.
Sus elementos característicos son los siguientes:Theatron o Koilon (Cávea para los romanos). Es el graderío. Al principio se construía con elementos perecederos, pero desde el S. IV a.c. se realizan en piedra y con una forma ultrasemicircular característica. En el de Epidauro se llegaba a cubrir un aforo de doce mil espectadores, contando lógicamente con un cinturón o pasillo central que permitía la rápida circulación del público.
Orchestra. Espacio circular previo al escenario, donde estaban los músicos y cantaban los coros, especialmente mientras lo actores se cambiaban.
Proskenion. Parte anterior a la escena ligeramente elevada y donde actuaban los actores. En el caso de Epidauro era de mármol y se llegaba a ella mediante rampas.
Skene. El escenario propiamente dicho. En origen era el lugar donde se guardaban las tramollas del tinglado teatral. Posteriormente su frontis se utilizará como fondo de escena aprovechando sus puertas laterales como elemento de la acción teatral. En su parte superior podían hablar los dioses (theologeion).
En el caso concreto que nos ocupa, el teatro se construye en el entorno del santuario de Asclepio, muy cerca de Epidauro, lugar donde se celebraban cada cuatro años las fiestas asclepias, que combinaban competiciones deportivas y culturales. El teatro, situado apenas a 500 m. del santuario se construye precisamente como epicentro de estos concursos y adquiere una importancia excepcional, no sólo por su aforo y su buen estado de conservación, sino porque se ha convertido en el modelo prototípico del teatro griego.
De su autor sabemos que también construyó el tholos de esta misma ciudad y que pertenecía a la Escuela de Argos, como lo había sido también su padre, el autor del Doríforo.
En este caso, el theatron o koilon es normativo, es decir, ultrasemicircular como ya hemos dicho, diseño característico de los teatros griegos, que posteriormente los romanos transformarán en una planta simplemente circular, constituyendo la principal diferencia entre ambas tipologías. Como también era habitual, el gradererío se levanta aprovechando un desnivel natural del terreno que alcanza una altura de 24 m. y un diámetro de 120 m. Su capacidad, como hemos dicho, llegaba a los 12.000 espactadores, que podían ser 14.000 cuando se montaban graderías suplementarias. El conjunto del koilon se dividía en dos niveles separados por un amplio pasillo de desahogo o diazoma. Desde la orchestra partían trece escaleras, que dispuestas como radios dividían la zona inferior en doce tramos o sectores y en veintidós, la parte superior.
La orchestra es prácticamente circular, y tiene un tamaño acorde con las dimensiones tan notables de toda la cávea, casi 20 m de diámetro. Como es habitual se hallaría cubierta por una capa de tierra batida sobre el suelo de baldosas. Skene y proskenion apenas se han conservado, pero se supone que se trataría de una construcción rectangular bastante elevada, con un frente de pilastras y columnas probablemente jónicas, y dos alas salientes, los paraskenia, que cerraban ambos lados. Como hemos comentado, el prokenion sería de mármol y se accedería a él por medio de rampas.
Es igualmente reputada su magnífica acústica, aprovechando la orientación y la verticalidad del graderío, cuyas paredes semicirculares actuaban como reflectores del sonido, logrando de esta forma que las ondas rebotadas, reforzasen el sonido directo, llegando incluso a cuadriplicar la sonoridad en el espacio protegido por las gradas. Los romanos aún perfeccionarían este sistema utilizando sus famosos vasos acústicos, piezas de bronce o cerámica, situadas debajo de los asientos que actuaban de resonadores.
Para terminar, un video sobre este teatro: