La obra representada es un fresco de una estancia del Vaticano y fue encargada por el Papa Julio II (1443-1513). La pintura tiene forma semicircular con un entrante en el ángulo inferior izquierdo, por la existencia de un vano que la pintura debió respetar.
La Escuela de Atenas representa una serie de personajes, sabios, artistas, filósofos que están en el interior de un grandioso edificio decorado con columnas, nichos, estatuas y bajorrelieves que recuerdan el proyecto de Bramante para San Pedro. El cubrimiento del espacio representado es abovedado, con unas grandiosas bóvedas de cañón artesonadas y un amplio vano central sobre el cual percibimos parte del tambor de una gran cúpula. Contribuyen a hacer vivo el espacio las figuras humanas, dispuestas de forma variada, que ascienden desde los lados hasta el centro, donde se encuentran bajo la monumental cúpula los dos grandes filósofos de la Antigüedad: Platón y Aristóteles. Platón con el Timeo bajo el brazo y elevando el dedo índice hacia el cielo y Aristóteles sosteniendo la Ética en una mano y con la palma de la otra vuelta hacia abajo.
A la izquierda de las figuras centrales, está Sócrates con un grupo de jóvenes; abajo, Epicuro coronado de pámpanos. Pitágoras, sentado, demuestra una de sus teorías a un grupo que lo escucha embelesado, uno de cuyos miembros sostiene una pizarra que contiene las normas de las proporciones musicales. Detrás, Averroes, caracterizado por el turbante blanco se inclina hacia él, mientras Heráclito escribe con el codo apoyado en un gran bloque cúbico de piedra. Más allá, a la derecha, Diógenes reclinado en la escalinata, mientras en primer plano Euclides se inclina sobre una pizarra exponiendo uno de sus postulados geométricos, rodeado de un grupo de estudiantes. Detrás, Zoroastro frente a Tolomeo, el 1º con una esfera celeste y el 2º con el globo terráqueo. Entre estos últimos, aparece el propio Rafael, representado en la figura de un joven que nos mira directamente a los ojos para captar nuestra atención.
Los personajes aparecen con una gran variedad de posturas y expresiones. El artista tenía una gran capacidad para incluir diferentes poses y actitudes en una misma obra, pero esto no era una improvisación, sino un estudio detallado y profundo de cada figura. Hacía centenares de dibujos previos copiados de la vida real, de los que luego salían diseños en tamaño natural que se plasmaban en las paredes donde se iba a pintar el fresco.
La organización espacial es fundamental en esta obra en la que hay una potente presencia de la arquitectura. Se ha configurado un espacio tridimensional, en el que destaca la construcción en perspectiva de la bóveda bajo la cual tiene lugar la acción. Hay un punto de fuga central, situado entre las cabezas de las dos figuras centrales y la clave del arco del fondo, en él convergen las líneas que rigen toda la ordenación espacial. El efecto de profundidad se acentúa aún más por el gran arco del luneto en el que se ubica el fresco.
El espacio que refleja la obra es grandioso y de una gran luminosidad, iluminación que proviene de la parte alta, la zona de la cúpula y del fondo abierto. La luz y la arquitectura crean un espacio que envuelve a los personajes representados.
En esta obra, Rafael, sin abandonar por completo la equilibrada distribución de las figuras a la manera clásica, nos ofrece una ruptura con el estático sistema de composición del clasicismo creando un espacio dinámico y envolvente. Es el marco arquitectónico el elemento configurador de todo el esquema compositivo y el que nos introduce en una arquitectura en proyecto, pero posible, muy diferente de la utópica concepción del espacio de “Los Desposorios”. La arquitectura representada es un homenaje a Bramante, que por los mismos años construía la nueva basílica vaticana. Esta idea de recreación de espacios posibles es una gran aportación de Rafael que significa una conexión entre la pintura y su tiempo.
La representación de los personajes es realista pero con cierta idealización, todos rebosan dignidad en sus rostros y actitudes, como si estuvieran por encima de los aspectos cotidianos de la vida y su única ocupación fuera el arte, la ciencia y el pensamiento. Este tratamiento dado a este fresco por el pintor se debe a la función emblemática que representaba el programa iconográfico de la Estancia.
El tema de “La Escuela de Atenas” representa la verdad racional o filosófica. Desde este punto de vista, Platón con su Timeo y Aristóteles con La Ética indican los dos caminos de aproximación al conocimiento: el idealismo y el empirismo. Dicho tema forma parte del programa de un grupo de pinturas que decoraban los muros y las bóvedas de La Estancia de la Signatura. El programa no fue elegido por el mismo, sino que le fue proporcionado por los humanistas y teólogos de la Corte Pontificia. En las bóvedas fijó primero la temática que luego desarrolló en los muros, La teología, La Filosofía, La poesía y La Justicia, que le dieron pie para los grandes murales de: “La Disputa del Sacramento”, “La Escuela de Atenas”, “El Parnaso” y “Las Virtudes”.
“La Escuela de Atenas” está situada frente a “La Disputa del Sacramento”, pues ambas representan dos caras de la verdad para la época: la verdad racional y la verdad revelada. El fundamento de todo este programa iconográfico está en la filosofía neoplatónica que intenta conciliar la cultura grecorromana y cristiana haciendo que los temas paganos tengan un carácter moralizante y convivan con los religiosos. El fresco representa además una perfecta fusión de todas las artes: pintura, escultura y arquitectura. Así, se pintan las esculturas de Apolo y Minerva, los dioses mitológicos que alegorizan distintos aspectos del saber.
La filosofía humanista y la evocación del mundo clásico donde los artistas eran muy valorados, también permitió reivindicar la pintura como auténtica ciencia. “La Escuela de Atenas” es un ejemplo de la reivindicación social del artista, el espacio que representa evoca la idea del Templo de la Sabiduría, y el hecho de que los personajes representados tengan los rostros de artistas contemporáneos de Rafael (Platón de Leonardo, Heráclito de Miguel Ángel, Euclides de Bramante...) y que el mismo se autorretratará quiere expresar la concepción renacentista del artista como algo más que un artesano. Los artistas entran en la asamblea de los sabios y filósofos, y las artes figurativas alcanzan la calidad de artes liberales.
Otro aspecto que nos relaciona la obra con su contexto histórico es la figura del encargante: Julio II. Una muestra del mecenazgo de los poderosos que durante el S.XVI estuvo en Roma, esta ciudad se va a convertir en el centro de la vida artística italiana, y tres de sus Papas: julio II, León X y Sixto V van a ser los grandes mecenas de los artistas.
“La Escuela de Atenas” pertenece a la etapa romana de Rafael. En 1508 el artista se estableció en Roma, llamado por el Pontífice a instancias del arquitecto Bramante, paisano y amigo del pintor, para realizar las pinturas al fresco de las Estancias Vaticanas. Se trataba de las habitaciones elegidas por El Papa personalmente para instalarse en ellas, ya que no le gustaban las de los Borgia que había ocupado hasta ese momento.
La Estancia de la Signatura era la primera y más importante porque en ella se firmaban los decretos del Tribunal Eclesiástico. Cuando Julio II contrató al pintor, éste era un joven de 25 años, sin gran experiencia en pinturas de gran tamaño ni en la técnica del fresco. Este trabajo le dio la oportunidad de manifestar su arte. En La Estancias, Rafael desplegó un repertorio de belleza, proporción y armonía que mostraron su calidad artística y su capacidad de penetración en los ideales humanistas de la época.
Debido al prestigio que el artista alcanzó con este trabajo pudo desarrollar una importante actividad que le llevaría a influir en la pintura romana, no sólo en los aspectos artísticos, sino en el sistema de trabajo con la creación de un taller que le permitió la colaboración en la ejecución de las obras de discípulos como Julio Romano y Francesco Penni. Estos últimos fueron los que concluyeron el trabajo de las últimas Estancias una vez muerto el maestro.
Los frescos de las Estancias, y en particular “La Escuela de Atenas”, son la quintaesencia de lo que ha venido en llamarse Renacimiento Clásico y cuyos máximos representantes en pintura son Rafael y Leonardo. Así mismo, esos frescos junto con los de la bóveda de La Capilla Sixtina de Miguel Ángel, son los más importantes programas del clasicismo romano en el campo de la pintura.
Los personajes aparecen con una gran variedad de posturas y expresiones. El artista tenía una gran capacidad para incluir diferentes poses y actitudes en una misma obra, pero esto no era una improvisación, sino un estudio detallado y profundo de cada figura. Hacía centenares de dibujos previos copiados de la vida real, de los que luego salían diseños en tamaño natural que se plasmaban en las paredes donde se iba a pintar el fresco.
La organización espacial es fundamental en esta obra en la que hay una potente presencia de la arquitectura. Se ha configurado un espacio tridimensional, en el que destaca la construcción en perspectiva de la bóveda bajo la cual tiene lugar la acción. Hay un punto de fuga central, situado entre las cabezas de las dos figuras centrales y la clave del arco del fondo, en él convergen las líneas que rigen toda la ordenación espacial. El efecto de profundidad se acentúa aún más por el gran arco del luneto en el que se ubica el fresco.
El espacio que refleja la obra es grandioso y de una gran luminosidad, iluminación que proviene de la parte alta, la zona de la cúpula y del fondo abierto. La luz y la arquitectura crean un espacio que envuelve a los personajes representados.
En esta obra, Rafael, sin abandonar por completo la equilibrada distribución de las figuras a la manera clásica, nos ofrece una ruptura con el estático sistema de composición del clasicismo creando un espacio dinámico y envolvente. Es el marco arquitectónico el elemento configurador de todo el esquema compositivo y el que nos introduce en una arquitectura en proyecto, pero posible, muy diferente de la utópica concepción del espacio de “Los Desposorios”. La arquitectura representada es un homenaje a Bramante, que por los mismos años construía la nueva basílica vaticana. Esta idea de recreación de espacios posibles es una gran aportación de Rafael que significa una conexión entre la pintura y su tiempo.
La representación de los personajes es realista pero con cierta idealización, todos rebosan dignidad en sus rostros y actitudes, como si estuvieran por encima de los aspectos cotidianos de la vida y su única ocupación fuera el arte, la ciencia y el pensamiento. Este tratamiento dado a este fresco por el pintor se debe a la función emblemática que representaba el programa iconográfico de la Estancia.
El tema de “La Escuela de Atenas” representa la verdad racional o filosófica. Desde este punto de vista, Platón con su Timeo y Aristóteles con La Ética indican los dos caminos de aproximación al conocimiento: el idealismo y el empirismo. Dicho tema forma parte del programa de un grupo de pinturas que decoraban los muros y las bóvedas de La Estancia de la Signatura. El programa no fue elegido por el mismo, sino que le fue proporcionado por los humanistas y teólogos de la Corte Pontificia. En las bóvedas fijó primero la temática que luego desarrolló en los muros, La teología, La Filosofía, La poesía y La Justicia, que le dieron pie para los grandes murales de: “La Disputa del Sacramento”, “La Escuela de Atenas”, “El Parnaso” y “Las Virtudes”.
“La Escuela de Atenas” está situada frente a “La Disputa del Sacramento”, pues ambas representan dos caras de la verdad para la época: la verdad racional y la verdad revelada. El fundamento de todo este programa iconográfico está en la filosofía neoplatónica que intenta conciliar la cultura grecorromana y cristiana haciendo que los temas paganos tengan un carácter moralizante y convivan con los religiosos. El fresco representa además una perfecta fusión de todas las artes: pintura, escultura y arquitectura. Así, se pintan las esculturas de Apolo y Minerva, los dioses mitológicos que alegorizan distintos aspectos del saber.
La filosofía humanista y la evocación del mundo clásico donde los artistas eran muy valorados, también permitió reivindicar la pintura como auténtica ciencia. “La Escuela de Atenas” es un ejemplo de la reivindicación social del artista, el espacio que representa evoca la idea del Templo de la Sabiduría, y el hecho de que los personajes representados tengan los rostros de artistas contemporáneos de Rafael (Platón de Leonardo, Heráclito de Miguel Ángel, Euclides de Bramante...) y que el mismo se autorretratará quiere expresar la concepción renacentista del artista como algo más que un artesano. Los artistas entran en la asamblea de los sabios y filósofos, y las artes figurativas alcanzan la calidad de artes liberales.
Otro aspecto que nos relaciona la obra con su contexto histórico es la figura del encargante: Julio II. Una muestra del mecenazgo de los poderosos que durante el S.XVI estuvo en Roma, esta ciudad se va a convertir en el centro de la vida artística italiana, y tres de sus Papas: julio II, León X y Sixto V van a ser los grandes mecenas de los artistas.
“La Escuela de Atenas” pertenece a la etapa romana de Rafael. En 1508 el artista se estableció en Roma, llamado por el Pontífice a instancias del arquitecto Bramante, paisano y amigo del pintor, para realizar las pinturas al fresco de las Estancias Vaticanas. Se trataba de las habitaciones elegidas por El Papa personalmente para instalarse en ellas, ya que no le gustaban las de los Borgia que había ocupado hasta ese momento.
La Estancia de la Signatura era la primera y más importante porque en ella se firmaban los decretos del Tribunal Eclesiástico. Cuando Julio II contrató al pintor, éste era un joven de 25 años, sin gran experiencia en pinturas de gran tamaño ni en la técnica del fresco. Este trabajo le dio la oportunidad de manifestar su arte. En La Estancias, Rafael desplegó un repertorio de belleza, proporción y armonía que mostraron su calidad artística y su capacidad de penetración en los ideales humanistas de la época.
Debido al prestigio que el artista alcanzó con este trabajo pudo desarrollar una importante actividad que le llevaría a influir en la pintura romana, no sólo en los aspectos artísticos, sino en el sistema de trabajo con la creación de un taller que le permitió la colaboración en la ejecución de las obras de discípulos como Julio Romano y Francesco Penni. Estos últimos fueron los que concluyeron el trabajo de las últimas Estancias una vez muerto el maestro.
Los frescos de las Estancias, y en particular “La Escuela de Atenas”, son la quintaesencia de lo que ha venido en llamarse Renacimiento Clásico y cuyos máximos representantes en pintura son Rafael y Leonardo. Así mismo, esos frescos junto con los de la bóveda de La Capilla Sixtina de Miguel Ángel, son los más importantes programas del clasicismo romano en el campo de la pintura.
Para ver con más detalle la Escuela de Atenas y sus personajes, pulsad aquí.
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