Oficialmente, Rafael nunca se casó, pero se comprometió en matrimonio con María Bibbiena, sobrina del poderoso cardenal Bibbiena y familia de los Médicis. Sin embargo, Rafael siempre postergó el matrimonio y, finalmente, María falleció poco antes que él.
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Entretanto, en la Roma de entonces, no era ningún secreto que el pintor tenía una amante: Margherita Luti. Esta joven, a la que llamaban la Fornarina por ser hija de un panadero de la ciudad de Siena, es la protagonista de este retrato, así como el retrato realizado cinco años después en el que aparece semidesnuda.
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En la "velada", el pintor alcanza un punto culminante en su carrera. Consigue una pintura dinámica y expresiva a la vez que logra transmitir al espectador la esencia de la modelo y plasmar su devoción por ella. Aunque la identidad de la modelo no se conociera, el ideal de belleza femenina de Rafael está resumido en este cuadro.
Inscrito en un triángulo, bien definido por el austero velo que cubre la cabeza de la modelo, el rostro, centro de interés, ocupa la parte central superior de la tela, donde nada dificulta su visión. En la mitad inferior, un conjunto de curvas ascendentes, más o menos explícitas (la posición del brazo de la mano oculta, el remate de la camisa y el collar) establece paralelismos con el óvalo del rostro. El pintor se complace en la descripción del lujoso ropaje en contraste con la serenidad del rostro.
Rafael juega más que nunca con las formas sinuosas: las sedas, en tonos dorados, se distinguen del algodón más claro, y ambos materiales se repiegan y combinan entre sí para mostrar una riqueza de volúmenes y de texturas poco explotados hasta entonces por el autor.
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Además, en este momento de su carrera, Rafael amplía su paleta cromática que no sólo aplica a los ropajes, sino que tiene un tratamiento distintivo en la representación de la piel más que en ningún otro lienzo anterior. Las tonalidades cálidas del manto, entre el dorado y el blanco, contrastan con el de la piel, casi marfil. Este juego de colores sobre un fondo opaco realza especialmente el volumen de la figura.
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También contribuye un recurso que ya se fue utilizando en el retrato de Castiglione: el escaso detallismo de las manos, para obligar al espectador a centrarse en la dulce expresión de la dama.
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muy buena informacion
ResponderEliminarsuper coool la pagina:3
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