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lunes, 14 de febrero de 2011

Santa María del Mar (Barcelona), Berenguer de Montagud, 1328-1384

Desde mediados del S. XIII se produce una importante expansión política y económica de la Corona de Aragón que coincide con su colonización mediterránea y con un florecimiento económico que va implícito a ella, y que si bien implica a todos los territorios que componen la confederación de esta Corona, Cataluña, Aragón, Valencia y Mallorca, es ciertamente el principado de Cataluña el más beneficiado, tanto por su relación con el Midi francés, como por su papel pionero en la citada expansión económica. Esa bonanza comercial y de su economía contribuirá también a una expansión notable de sus manifestaciones artísticas y especialmente de su arquitectura.

Sus soluciones arquitectónicas presentan además unas características diferenciadas, que lo distancian formalmente del Gótico clásico o francés desarrollado en Castilla. Es el que denominamos como Gótico catalán o Gótico levantino. Se caracteriza por su sobriedad y racionalismo constructivo, dando lugar a una arquitectura que prescinde de los accesorio y se concreta en lo sustancial. Es una arquitectura ortogonal, de líneas rectas, con predominio del muro y escasos ventanales.

Aunque tradicionalmente se achacaba a la mayor intensidad de la luz mediterránea la disminución de los vanos en este gótico con relación al castellano, hoy se considera determinante en la configuración de este gótico tan severo y desnudo, el peso indiscutible que tiene la arquitectura cisterciense en este marco geográfico. La influencia de edificios tan sobresalientes como Poblet, Santes Creus o incluso el propio Monasterio de Veruela, aunque se halle éste algo más alejado del epicentro del gótico levantino, es lógica dada su magnitud y monumentalidad, prácticamente exclusiva en la zona. A ello habría que añadir también la influencia, tampoco desdeñable, de la arquitectura de las iglesias de las Órdenes mendicantes, Franciscanos y Dominicos.

Por lógica ante este predominio del muro, los elementos aéreos, como los arbotantes se atrofian. Por el contrario, los contrafuertes cobran mayor importancia y conllevan una doble consecuencia: una mayor sensación monumental; y la disposición de capillas al interior entre los contrafuertes.

Otra novedad es la disposición en muchos de estos edificios de las denominadas plantas de salón, (llamadas también hallenkirchen por ser de tradición alemana) es decir, iglesias de tres naves de la misma altura. Si no son de este tipo suelen ser únicamente de una nave. Entre las primeras destacan los ejemplos de Santa María del Mar; la propia Catedral en Barcelona y la Catedral de Palma de Mallorca; y entre las segundas, los de Santa María del Pino también en Barcelona o la Catedral de Gerona.

De las citadas, la Iglesia de Santa María del Mar es la más esbelta y la más hermosa de todas, por su atrevida estructura, la espectacularidad de sus elementos aéreos y su monumentalidad. Conocemos al autor de este edifico, es el maestro catalán Berenguer de Montagud, que participa también en la construcción de la iglesia de Santa María de la Aurora, de Manresa.

La iglesia de Santa María del Mar se erige en el centro del barrio marítimo barcelonés y es un ejemplo paradigmático de las esencias del gótico levantino, ensalzado en este caso por una armonía constructiva y una esbeltez de todo el sistema de soportes, que realmente no tienen parangón en el conjunto de este estilo.

En 1340 la iglesia, sufragada por los donativos de armadores y mercaderes de la ciudad, estaba muy avanzada y en 1384 se dice la primera misa, con lo que podemos considerarla concluída en su mayor parte.

La iglesia presenta típica planta de salón (o Hallenkirchen), de tres naves, sin crucero, con capillas abiertas entre los contrafuertes y girola. En alzado destaca la sobriedad y elegancia de los grandes pilares octogonales que separan las naves y que son los que ortorgan toda la monumentalidad y elegancia a la concepción interior de este edificio. Además, los tramos de las naves son cuadrados, lo que permite separar ampliamente los pilares entre sí, contribuyendo a aumentar la sensación de amplitud y armonía.

Las cubiertas son igualmente audaces, a base de crucerías muy voladas y de gran tamaño en cada tramo. En la girola las cubiertas se componen de tramos abovedados trapezoidales, por tener doble número de lados al interior que al exterior.

En cuanto al exterior destacan las dos torres que flanquean la fachada, ambas octogonales y que recogen la tradición de las torres prismáticas de los monasterios cistercienses y también de la torre de La Seu Vella de Lérida.






Esta obra está comentada en las fotocopias.

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