Que Italia inventara el Renacimiento no puede ser una sorpresa, pues el en fondo ya lo estuvo haciendo durante toda la Edad Media (así nos lo enseñó Panofsky en su famoso, y recomendable libro de Renacimiento y Renacimientos en la Edad Media Occidental de 1962).
Sólo hace falta mirar las sombras y los paisajes del Giotto, contemplar la catedral de Pisa como un nuevo acueducto, o echar un vistazo a esta magnífica obra del siglo XIII (1260) de Nicolá Pisano, el patriarca de una famosa familia de escultores y, si fuera poco, el maestro de Arnolfo di Cambio.
Si os fijáis en la foto que abre el artículo podéis ver el conjunto y sus numerosas influencias. Por ejemplo, las columnas y sus capiteles son de un claro clasicismo, o esa idea de apoyar alguna de ellas sobre leones son típicas del Románico italiano (acaso inspiradas en el Paleocristiano). Lo único que podría recordarnos al gótico sean las tracerías, aunque curiosamente no se utiliza en ellas el arco apuntado sino el medio punto.
Todo esto se ve mucho más claro si vemos los paneles superiores:
Todo parece clásico, el desnudo central (una especie de Buen Pastor que se mezcla con las imágenes de Hércules), la Virgen María que aparece en ambos relieves como una matrona romana, con unos paños plegados como si fueran una toga romana, los animales (especialmente los caballos) y su majestuosidad, o el mismo trabajo de relieve en varios planos que recuerda al Ara Pacis (por entonces perdida).
Y es que Nicolá Pisano se formó bajo el mecenazgo de Federico II, viajando con el por todo el sur de Italia donde podría ver decenas de muestras del arte clásico.
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