Situada en el crucero sur de la Catedral de Burgos, constituye uno de los cuatro accesos de entrada al templo desde el exterior. Las tres restantes portadas son la principal (o de Santa María), la de la Coronería (situada en el crucero norte) y la de la Pellejería (abierta en el muro este del brazo norte del crucero). La Portada del Sarmental constituye un ejemplo muy notable de la estatuaria gótica. Burgos es una de las catedrales de la Península Ibérica donde el influjo francés es innegable. Aquí se reduce el número de naves; de las tres usuales se pasa a única nave, lo que no resta belleza a la fachada del brazo sur del transepto de la catedral burgalesa.
La escultura de esta portada se concentra en el tímpano, arquivoltas, mainel y jambas (esta última zona de factura más tardía). Responde a pautas estilísticas foráneas y son perceptibles diferencias entre unas zonas y otras que han llevado a considerar la presencia de tres maestros distintos en ella. Uno habría realizado el tímpano con la Maiestas y el Tetramorfos; un segundo un dintel, y otro más, las esculturas de las arquivoltas. Las conexiones con el arte francés inmediatamente anterior son indudables, hasta el punto que se ha llegado a hablar directamente del Maestro del Beau-Dieu de Amiens. No es así, pero el escultor de la Maiestas conoce muy bien las realizaciones de esta catedral francesa, lo mismo que el artífice del dintel está familiarizado con las portadas del transepto norte de la catedral de Reims.
En concreto, esta imagen recoge la denominada Portada de El Sarmental, perteneciente a la fachada meridional de la Catedral de Burgos y se encuadra cronológicamente entre 1230 y 1240.
El programa iconográfico de su única portada —en correspondencia con una sola nave transversal— está dedicado a la Maiestas Domini (su escultor ha sido relacionado con uno de los que trabajaron en la catedral francesa de Amiens); trasmite un mensaje apocalíptico que puede parangonarse con el modelo que deriva de la Puerta Real de Chartres. En el centro del tímpano aparece Cristo en Majestad en actitud de bendecir con la mano derecha, mientras con la izquierda sujeta el libro de los Evangelios, que apoya en la rodilla. A su izquierda y derecha, escoltándole, y superpuestos de dos en dos, aparecen los cuatro evangelistas y sus símbolos o Tetramorfos. Dos de ellos, San Marcos al lado del león, y San Lucas al lado del toro, van sentados en amplias banquetas, se inclinan sobre sendos pupitres y escriben al dictado del Redentor el Nuevo Testamento; los otros dos van colocados en un nivel superior, encima de su símbolo -el águila- San Juan, y encima del ángel –que porta un libro- San Mateo; los dos también sentados y escribiendo sobre atriles; este iconograma se repetirá después en la fachada meridional (o de la Revelación) de la catedral de León y está de acuerdo con una tradición que se puede rastrear en el arte bizantino y en el carolingio. El tamaño de los evangelistas es inferior al de Jesús, de acuerdo con el precepto de la perspectiva jerárquica y parecen escribanos afanados con sus plumas entre los dedos y los cuernos de la tinta donde mojar a su derecha.
Por debajo del tímpano se sitúa el apostolado que va cubierto por un doselete corrido, formado por arquillos trilobulados.
El tímpano va delimitado dentro del muro por tres arquivoltas. La primera decorada por una hilera de ángeles y serafines que, portando cirios, adoran al Creador, mientras en las dos restantesencontramos a los 24 ancianos del Apocalipsis (sólo veintitrés y un serafín) tañendo instrumentos, reyes bíblicos y santos. Todas estas esculturas se asientan sobre peanas que al mismo tiempo ejercen la función de pequeños doseles de las inmediatamente inferiores.
Las jambas de la portada se componen de un zócalo y dos galerías superpuestas de arcos ciegos. La inferior, sin decoración escultórica, lleva dobles columnas adosadas, mientras que en la superior son simples y la decoran esculturas de Moisés, Aarón, San Pedro, San Pablo y otros dos personajes no identificados.
En el parteluz, aparece la figura de un obispo con mitra estrellada en la que popularmente se ha visto la representación del obispo don Mauricio, bajo cuyo pontificado se inició la construcción de la Catedral, de acuerdo con la costumbre francesa de incorporar a los personajes relacionados con la construcción en los proyectos iconográficos de sus edificios. Otros especialistas se inclinan por un obispo santo, cuya reliquia se conservaría en la catedral. La imagen original se halla ahora en el claustro, sustituida en su emplazamiento primitivo por una copia.Sobre el doselete que la cobija aparece el Cordero Místico, elemento iconográfico extraído del Apocalipsis y, por tanto, muy en consonancia con los veinticuatro ancianos y la exaltación del Verbo o Palabra de Dios.
El eje de simetría divide el conjunto y subraya la importancia de dos figuras: el Cristo del tímpano y el obispo del parteluz.
Alrededor de Cristo, que preside el tímpano, se distribuyen el resto de los personajes, obligados a adaptarse al marco arquitectónico. Así, de la misma manera que el arco apuntado apuntado del tímpano exige que los escribanos curven sus cuerpos, las arquivoltas obligan a las figuras superpuestas a seguir la curva de los arcos, de acuerdo con la costumbre gótica y en contra de la románica que preferentemente obligaba a seguir la orientación de las diferentes dovelas de las arcadas.
Las figuras, aunque todavía muestran la frontalidad y rigidez románicas, ya presentan una humanización gótica al relacionarse entre sí y desarrollar actividades concretas. Los rostros denotan rasgos diferenciados y los ropajes, que acentúan las líneas curvas a partir de los pliegues, favorecen la corporeidad.
Los evangelistas-escribanos y los apóstoles reciben un tratamiento más naturalista. Estos últimos, cuyo frontalismo contrasta con el movimiento de sus cabezas, están sentados y sostienen libros conversan con sus compañeros, otros, con la mirada distraída, parecen meditar.
La mayor parte de las esculturas son prácticamente exentas y se integran en la arquitectura mediante elementos arquitectónicos como las peanas -que ejercen de doseles de los sujetos inmediatamente inferiores-. Entre el tímpano y el dintel destaca un doselete corrido que sirve de base a la escena central y de remate al friso de los apóstoles; su decoración de castilletes remite a la muralla de Dios o a la Jeruselén celestial. Dinámicas olas marinas ejercen de separadoras de los escribanos que coronan el tímpano y contrastan con la inmovilidad de las figuras.
Estas figuras que caminan hacia el naturalismo y se alejan de la abstracción románica, se ciñen, sin embargo al esquema compositivo tradicional románico, en el que, por ejemplo, la figura de Cristo reviste un tamaño superior. Ello se explica porque el proceso de humanización gótico no pretende el análisis psicológico de los personajes o la recreación de un canon de belleza; la caracterización de cada sujeto -movimiento, actividad y, sobre todo, gesticulación-, su humanización, viene definida por el lugar que ocupa dentro de la jerarquía establecida, es decir, dentro de la escenografía prefijada.
El programa iconográfico burgalés irradia el nuevo concepto de espiritualidad procedente de las fachadas de las catedrales francesas: el mundo celestial se aproxima al terrenal para hacerse más accesible al feligrés. La figura de Cristo se ve renovada, a pesar de toda su carga románica y de una cierta idealización, y se convierte en un Cristo joven y conciliador, sosegado, que expresa misericordia. Aunque sigue bendiciendo con una mano y sostiene el libro en la otra, resulta más comunicativo y accesible. Los signos de humanización en su actitud lo acercan a la idea del hombre-Dios y lo alejan del Dios-hombre románico.
Iconografía románica y humanización gótica
La Portada de El Sarmental es considerada gótica, aunque todavía revela trazas de su reciente pasado románico. Por su iconografía arcaizante -como la figura hierática de Cristo- se la ha vinculado con el Pórtico Real de Chartres. Sin embargo, el naturalismo con que están representados los otros personajes (especialmente apóstoles y escribanos), es propio de la escultura gótica, y demuestra que los artífices conocían bien las portadas góticas de Amiens y Reims. Ambos referentes se caracterizan por la proporcionalidad de los cuerpos -que responde a la voluntad de naturalismo-, un mayor sentimiento narrativo, un interés más definido por la estética, y una mayor expresión individual; siempre dentro del marco de disposición convencional de las figuras.
El bagaje artístico autóctono también se hizo sentir, aunque tímidamente. Así, ninguna catedral francesa había planteado la aparición simultánea de los escribanos-evangelistas -que recogen "la palabra" de Cristo- y del tetramorfos; esta coincidencia, extraída de las miniaturas, sería frecuente en tierras hispanas. Por otro lado, la caracterización de los apóstoles también es diferente de la que solían presentar las catedrales francesas; hábilmente hispanizadas, los apóstoles de Burgos ostentan facciones populares, peinados descuidados y atuendos de lana gruesa (frente al lujo de las vestimentas de Reims).
CONCLUSIONES
En definitiva, los modelos franceses penetraron en la Península Ibérica de mediados del siglo XIII gracias a las intensas relaciones políticas y culturales que la monarquía hispana estableció con la francesa. En el marco de los proyectos catedralicios de Burgos y León nacieron dos talleres que respondían a las directrices de los maestros franceses que llegaban del país vecino. Un estilo nuevo arraigó con fuerza en territorio hispano; no fue producto de una evolución sino que surgió de la interacción entre las aportaciones francesas y las pervicencias locales. La puerta de El Sarmental, fruto del trabajo de escultores franceses, es el testimonio más antiguo de la escultura gótica en la Península.
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