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viernes, 18 de febrero de 2011

Madonna en el trono con santos y ángeles (de Ognissanti), Giotto, 1305-1310


La Madonna de Ognissanti es una obra de Giotto. Posee unas dimensiones de 204 centímetros de alto por 325 centímetros de ancho y esta realizada sobre tabla.

A principios del siglo XIV le encargaron a Giotto la realización de un retablo que decoraría el altar mayor de la iglesia Ognissanti de Florencia, y de ahí su nombre. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que este retablo fue pintado por Giotto tras su regreso de Asís. Otros sin embargo, sitúan la ejecución de la obra en una época más tardía, entre 1310 y 1315.

En el cuadro están representados la Virgen y el Niño. La Virgen aparece sentada en un trono ornamentado con motivos góticos y al mismo tiempo sostiene al Niño sobre sus rodillas.

Respecto a la Virgen hay que decir que ésta presenta un volumen único que Giotto consigue mediante los pliegues de la túnica. Las telas en La Madonna de Ognissanti van a jugar un papel de gran importancia, Giotto cuidará de manera especial tanto los colores como los movimientos de cada tela.

Por su parte, la figura de Jesús también presenta al igual que la Virgen una fuerte corporeidad y volumen. Jesús aparece vestido con finas telas y bendiciendo con la mano. La mano de Jesús bendiciendo es el punto central de la composición. Alrededor de la parte central de la composición citada, se crea un espacio de profundidad a través de grupos de santos que dirigen su mirada a la Virgen. Cada ángel tiene su propia fisonomía y están colocados en perspectiva.

Por último las otras figuras que aparecen en la Madonna de Ognissanti, son dos ángeles arrodillados que ofrecen jarrones con lirios y rosas a al Virgen como símbolo de pureza.

La obra se caracteriza por su elegancia y luminosidad que viene dada en gran parte por el fondo de color oro que simboliza la divinidad. Aunque quizá lo más llamativo del cuadro y lo más importante a la vez, es la confluencia de miradas hacia el centro de la composición, a través de ello se establece una relación entre todos los personajes que aparecen representados. Al mismo tiempo, la mirada de la Virgen hacia el exterior invita al espectador a formar parte del cuadro.

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