Tras el ilustre reinado de Marco Aurelio, su hijo Cómodo dejó un largo rastro de excesos y extravagancias, entre ellas la de combatir personalmente en el circo con los gladiadores, para escándalo de los patricios, de ahí que guste de ser representado con la piel del León de Nemea, imitando a su héroe predilecto, Hércules.
En esta obra hemos de destacar también cómo se ha llegado ya al límite de divinización de los emperadores romanos, así como el mayor realismo e incluso exageración en el tratamiento de las superficies, como el trépano para el pelo.
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